La ciudad y los días
Carlos Colón
Tesoro de la Iglesia, patrimonio universal
La colmena
No hay pruebas de la fiesta pero sí trazas de coca en los lavabos de Westminster: el dominical Sunday Times reveló este domingo que 11 de las 12 instalaciones examinadas en la zona de prensa y en los despachos cercanos al primer ministro habían dado positivo... Solo un día después del escándalo (los tabloides en Inglaterra tienen más fuerza que la oposición), Boris Johnson ha anunciado un ambicioso plan integral a diez años para combatir las bandas de menudeo.
No es nada nuevo. Los datos que maneja su Ministerio del Interior explican la dimensión de un problema con doble vertiente y doble vara de medir: hay unos 300.000 adictos al crack y a la heroína que son responsables de la mitad de los delitos de robos que se cometen en Reino Unido y suponen un coste al año superior a los 20.000 millones de libras.
Son los informes oficiales, los que tienen que ver con la deriva de marginados, pobres y delincuentes. Luego están los devaneos con las drogas. Los que tienen que ver con la ambición y la presión. Inadmisibles, por ejemplo, para enfermeros y profesores cuando se tienen que enfrentar a durísimas leyes -emanadas justamente de Westminster- que los llevan a prisión y les impiden volver a trabajar por dar positivo en un test. Pero admisibles, conocidas y consentidas cuando se trata de los políticos que se mueven en las esferas del poder. Entonces sí vale lo de ser "joven y actuar como joven". A Bill Clinton nunca le pasó factura: ni "no ser un marido perfecto" ni "experimentar" con la marihuana (su sonora disculpa fue que no se "había tragado el humo"), George W. Bush ya había reconocido que tenía problemas con el alcohol cuando "encontró al Señor" celebrando su 40 cumpleaños y Obama hasta lo reveló en un libro antes de llegar a la Casa Blanca: no sólo se tragó el humo, también tonteó con la coca... En España, Aznar nos dio lecciones de "libertad" para beber vino en su particular campaña contra la DGT, Pablo Iglesias nunca tuvo problemas en reconocer cierto coqueteo y, para Albert Rivera, siempre ha sido un verdadero dolor de cabeza con declaraciones surrealistas como cuando le admitió a Pablo Motos que había fumado "cigarrillos de la risa"…
Llevamos décadas en la misma espiral de hipocresía. El consumo de drogas, según quién y qué, es una tragedia o un síntoma de fingida debilidad y hasta de glamour. Con una regla maquiavélica: si todos pecan, nadie es pecador. Bueno, nadie de los suyos. Los demás justifican las leyes y engrosan las estadísticas.
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