ORTEGA Lara fue este sábado a Mondragón a manifestar su repulsa por los que consideran a Parot un héroe; treinta y nueve asesinatos coronan a la criatura, un verdadero Ángel de la muerte, malnacido asesino en serie que sólo puede ser homenajeado por una sociedad enferma. El acto de Voces contra el Terrorismo se celebró a escasos metros del zulo en el que Ortega Lara pasó 532 días enterrado en vida. Se dice pronto.

En la puerta de acceso al zulo, una pintada: "fascistas fuera", imagen fiel del mundo al revés, de un País en el que parece nos recorre esa maldita esquizofrenia -irracional cambio de papeles-, donde los buenos tienen que ir pidiendo permiso y son mirados de reojo y los malos campan a sus anchas reclamando unos derechos que les son negados a los demás.

En nuestra tierra el odio va por barrios o tiene una caprichosa manera de manifestarse. Es odio una agresión homófoba -que lo es- pero no parece que celebrar actos de desagravio por uno de los mayores asesinos de nuestra reciente historia despierte la indignación de nadie excepto de sus víctimas más directas. Vimos al Gobierno volcarse con los movimientos LGTBI, manifestarse a la sociedad civil con grandes proclamas y titulares en los medios de la tribu, mientras asistimos a un atronador silencio por ese otro odio íntimo, doloroso para tantos agraviados -niños en muchos casos aun empezando la vida-, que ha supuesto el terror de ETA. La banda ya no mata, pero no se la ha vencido.

Sigue muy presente en el corazón de muchos vascos, de buena parte de la peor izquierda radical patria que igual aplaude a Castro que a Parot.

Y sigue viva en las Instituciones con el oxígeno del socialismo.

Alcaraz dijo algo esencial: venimos a provocar, a remover conciencias de tantos españoles dormidos; e hicieron sonar el himno en las entrañas de la bestia: con un par.

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