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Tribuna Libre

Pepe Luis Vázquez

Periodista

Se murió por él la niña

Foto familiar reciente de Manuel Alejandro y Pura Casas, con sus hijas.

Foto familiar reciente de Manuel Alejandro y Pura Casas, con sus hijas.

Quién lo diría, quién lo diría. Porque, como bien cantó y contó Manuel Alejandro, ella era más joven que él mil veces, además de bella “como una espiga”. Sin embargo, esta pandemia -que tanto nos está arrebatando-, también se ha llevado por delante a la persona que ha sido, es y seguirá siendo la musa del mejor escribidor de canciones de lengua hispana. Y es que el jerezano fue aquel que cada noche la persiguió y que, finalmente, se hizo con su pelo rubio lleno de vida para amarla como nadie la amó, ni la amará.

Era en el Madrid de 1964, donde ambos trabajaban en la misma editorial, ella -la mayor de cuatro hermanos y mujer de carácter- como taquimecanógrafa encargada de pasar las letras que él adaptaba a las canciones de moda.

Desde entonces, sin que muchos de nosotros supiéramos quién era Purificación Casas Romero (Madrid, 7 de abril de 1946), todos hemos sabido de ella a través de cientos de canciones que también han llevado su firma bajo el pseudónimo de Ana Magdalena, evocando a la mujer de Johan Sebastian Bach.

Purificación Casas y Manuel Alejandro en los años sesenta. Purificación Casas y Manuel Alejandro en los años sesenta.

Purificación Casas y Manuel Alejandro en los años sesenta.

Pese a la diferencia de edad, 13 años, la libertad que caracterizó a Pura fue más grande que las habladurías de la época y el amor se inmortalizó en cuatro hijas y muchas, muchas canciones: “Como yo te amo”, “Te estoy queriendo tanto”, “Qué tal te va sin mi”, “A que no te vas”, “Lo siento mi amor”, son algunas de ellas.

Aunque el maestro no sabría decir con exactitud “en qué corchea, interjección, punto y coma o qué maravillosa idea puso ella en cada canción”. Pero eso sí, por ella lo escribió todo. Tan fuerte ha sido el amor de Pura, que han sido los pulmones los que han acabado con su paso por la tierra. Y no el corazón, que ha latido hasta el final y que ahora, en otra vida, sigue latiendo con la fuerza de los mares y con el ímpetu del viento.

Porque una vez despojada del cuerpo, el alma, desnuda, vive ya en la eternidad, en la tierra que ahora abona, como decía la letra que el maestro escribió cuando murió la madre de Rocío Jurado y que ahora -imagino- deletrean sus propias hijas, Beatriz, Marian, Alejandra y Viviana: “Algo se me fue contigo, madre. Las raíces de mi vida y de mi sangre”.

Manuel Alejandro y Pura Casas, con sus hijas en los años setenta. Manuel Alejandro y Pura Casas, con sus hijas en los años setenta.

Manuel Alejandro y Pura Casas, con sus hijas en los años setenta.

El amor, que no entiende de distancia ni de tiempo, seguirá haciendo que el maestro vibre con ella, aunque ya no despierten sus besos. Porque su mujer ha decidido resucitar en la mañana de la vida, recorriendo la vereda que va al río. Y se ha confundido con la tierra, con el trigo y con el olor a hierba, para entrar en el paraíso, donde todos ansiamos llegar.

Desde allí Pura va a seguir dictándole los versos para sus canciones, inspirando cada nota y acompañando a una familia que encontrará su espíritu perfumando cada esquina de su hogar como sólo una madre puede y sabe hacer.

Purificación Casas, en una foto reciente. Purificación Casas, en una foto reciente.

Purificación Casas, en una foto reciente.

Muchos años han pasado desde el beso aquel primero, desde que se dijeron “te quiero” y desde el día en que ella, vestida de blanco y rosas, con su inconfundible belleza y elegancia, decidió acompañarlo hasta el final en esa interminable luna de miel.

Aunque el Maestro tendrá que esperar para el reencuentro, porque le quedan muchas tareas pendientes antes de hacer las maletas. Entre otras, recoger el Princesa de Asturias de las Artes, que es el mínimo galardón con el que este país puede reconocer al mejor escribidor de canciones de su historia. Y, por qué no, seguir escribiendo con la siempre inestimable ayuda de su inspiración, Pura o Ana Magdalena.

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