Responso por James Garner

SI no me equivoco los sevillanos vieron por primera vez a este buen actor fallecido el pasado sábado en enero de 1959, cuando se estrenó en el Imperial Sayonara. En marzo del 61 y diciembre del 62 volvieron a encontrarse con él en el Palacio Central en Los jóvenes invasores y Una vez a la semana. Cuando en noviembre de 1963 se estrenó en el Coliseo Su pequeña aventura, en la que hacía pareja con Doris Day, era ya una estrella que caminaba sobre las huellas de Rock Hudson.

Pero los espectadores sevillanos más veteranos dejaremos un simbólico ramo de flores en su memoria en el Florida, porque allí, el 16 de enero de 1964, hace 50 años, se estrenó La gran evasión, la película más popular en la que James Garner intervino, tan viva hoy como hace medio siglo: imposible no picar y verla por enésima vez cuando nos tropezamos con ella zapeando y vemos a McQueen lanzando su pelota de béisbol contra los muros de "la nevera", oímos la marcha de Elmer Bernstein o vemos al teniente Hendley -el personaje de Garner- ganarse su apodo de el proveedor robando lo necesario para preparar la fuga.

Tras esta obra maestra del cine de acción las apariciones más notables de James Garner en las pantallas sevillanas fueron 36 horas (Palacio Central, noviembre del 65), Duelo en Diablo (Álvarez Quintero, junio del 67), La mujer sin rostro (Imperial, junio del 68), La hora de las pistolas (Alkázar, febrero del 69), La calumnia (Trajano, febrero del 69: aunque era de 1962 estuvo prohibida hasta que se coló por la modalidad de Arte y Ensayo) y Al caer el sol (Alameda y Nervión Plaza -¡ay!-, junio del 98).

He dejado atrás las que junto a La gran evasión son las dos películas mayores de Garner porque ambas se estrenaron en el único cine que ha sobrevivido: el Cervantes. Son Grand Prix y ¿Víctor o Victoria? La primera, la mejor película de carreras de la historia del cine, se estrenó el Domingo de Resurrección de 1968 y ¿Víctor o Victoria? en las navidades de 1982. Fue la última comedia musical rodada al modo clásico. Cuando la vimos en el maravilloso Cervantes teníamos la sensación de asistir al fin de una forma de hacer cine y de disfrutarlo. Hoy de aquella tarde sólo el Cervantes y Julie Andrews viven. Robert Preston cayó en el 82, Henry Mancini en el 92, Blake Edwards en 2010 y Garner ahora. Todo pasa. O tal vez no. Cada nueva generación volverá a ver estas películas.