Hoy es el día grande de una Semana Santa que este año ha sido diferente. Pero que ha sido. Y nunca la vamos a olvidar con todo lo bueno y lo malo que haya tenido para cada uno de nosotros. Esas calles vacías, templos cerrados o tímidamente entreabiertos, saetas desde el balcón o el cuarto de estar, torrijas hechas en casa, misas televisadas o por internet y recuerdos, muchos recuerdos, han conformado unos días que para los cristianos culminan, con o sin pasos en la calle, con el mismo mensaje que todos los años, el de la Resurrección de Jesucristo. Creyentes y no creyentes luchamos estos días por salir adelante y, desde la solidaridad con quienes más sufren, soñamos con el día en que todo este desastre se acabe. En definitiva, volver a vivir. Resucitar.

Sirve de de acicate pensar que esto no es nuevo, que la humanidad ya ha vivido, y en condiciones mucho más adversas, momentos muy parecidos de lucha contra enfermedades desconocidas. Hoy, en estas páginas, el médico jerezano José Rodríguez Carrión, autor de diferentes publicaciones relacionadas con las epidemias que ha sufrido la ciudad a lo largo de los últimos ocho siglos, recuerda que de todas esas circunstancias acabó saliendo Jerez, pagando un doloroso precio, sí; distinta, también, pero salió. Y no podemos comparar ni la sociedad híper comunicada de hoy y el avance científico y social con el del siglo XIV, por ejemplo. Salimos y saldremos, escribe el doctor Carrión. Y lo haremos tocados en muchos aspectos pero también reforzados en otros. Así lo ha dictado y lo dictará la Historia, que es cíclica.

Saldremos, pues, reinventados, que es una forma de resucitar para resistir o de resistir para resucitar, como se prefiera. Porque otra de las enseñanzas de una crisis como la que vivimos es que para sobrevivir hay que estar continuamente renovándose. Les ha pasado a los comerciantes del mercado de abastos de Jerez, que después de unas semanas en las que no veían a un cliente a pesar de tener sus puestos abiertos con género variado y de sobra, han aprendido a vender a domicilio. Lo que ha sido siempre, frente a las grandes superficies, un comercio de cercanía, lo sigue siendo pero de una manera distinta. En lugar de acercarse el cliente al mercado (un placer que valoramos más ahora que cuesta más), es el mercado el que viene a casa. Es bueno que no se pierdan nunca esos vínculos con el pequeño comercio e incluso que se refuercen gracias a situaciones límite como las actuales.

Y, sobre todo, vemos las imágenes de los enfermos que salen de las UCI de los hospitales o que reciben el alta, entre aplausos de médicos, enfermeros, celadores, y nos emocionamos porque vuelven a la vida y, de esa forma, contagian esas ganas de vivir a otras muchas personas, incluso a las que no están enfermas. Ese ánimo no tiene precio y es lo más necesario en estos momentos para seguir luchando. Es lanzar un mensaje que tiene su sentido cada año para los cristianos desde la fe pero que encierra una enseñanza de aplicación universal.

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