Alto y claro
José Antonio Carrizosa
El desencanto
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Nada aparentemente más inactual en estos tiempos que una Maestranza de Caballería, es decir, una corporación nobiliaria cuyos miembros deben ser extraídos "de entre la misma nobleza, la más ilustre", según rezan las primitivas Reglas de la sevillana, en la que su "ejercicio principal sería el manejo de los caballos" y caracterizada por la devoción a la Virgen del Rosario, muy acendrada entre la aristocracia española desde Lepanto. Y, sin embargo, como muchos pero no todos saben, nos encontramos ante instituciones que a lo largo de los siglos han conseguido evolucionar para responder, tal vez hoy como nunca, a la vieja sentencia de "nobleza obliga".
En Andalucía tenemos la fortuna de contar con tres maestranzas de caballería, entre ellas las dos más vigorosas de España, cuyos méritos y actividad las sitúan, desde hace muchos años, en el primer plano de sus respectivas ciudades. La de Sevilla es más conocida y su acción abarca esferas tan amplias como la protección del patrimonio artístico, el mecenazgo cultural, la promoción de la tauromaquia y quizá la más importante, aunque menos sabida por discreta, la asistencia social. Pero en Ronda existe, desde hace nada menos que 450 años, e iniciada como hermandad del Espíritu Santo en 1573, otra Maestranza, muy vinculada como la sevillana a su bellísima plaza de toros, que desde hace décadas, y bajo la inteligente e ilustrada batuta de su teniente, Rafael Atienza, ha desplegado un proyecto de gran alcance en el que, además de atenderse a las tradicionales facetas maestrantes relativas al patrimonio monumental, los caballos y los toros, se ha privilegiado a las ciencias históricas mediante la remodelación del museo, la creación de un centro de estudios sobre la nobleza, de una gran biblioteca y un archivo que está hoy entre los mejor concebidos y atendidos de España, como puede comprobar cualquiera que se asome a su web.
Ayer, 19 de abril, S.M. el Rey presidió en Ronda los actos conmemorativos de ese 450 aniversario. Don Felipe tuvo ocasión de comprobar una vez más la adhesión de un pueblo al que se intenta hacerle olvidar lo que la Corona y la persona del Monarca significan en la tradición española y en nuestro ordenamiento constitucional. Es evidente que, cuanto más se empeñan sus enemigos en ignorarlo, e incluso humillarlo, más crece, en la sombra y desde lo hondo, el reconocimiento y el afecto ciudadanos al Rey ocultado.
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