Tribuna libre

Daniel Daza Selma

Rodri Daza: uno de los nuestros

14 de noviembre 2015 - 01:00

Aunque yo era pequeño, siempre los recuerdo con sus batines manchados y trabajados, el olor a cola de conejo en sus ropas, virutas de pan de oro que se adherían a sus barbas, estuco en los surcos de las manos, sus gafas a media nariz que los envejecía... Admiraba su dedicación, su paciencia, su interés en el detalle, su esmero, la delicadeza y fluidez con la que colocaban el pan de oro.

Que tengamos constancia escrita, fue Manuel Daza Perea (mi tatarabuelo), el primero que se dedicó al oficio del dorado, luego Rodrigo Daza Andrade (mi bisabuelo), más tarde sus hijos, Manuel y Rodrigo Daza Marín y finalmente los hijos de estos, Francisco Daza Gallego y Rodrigo Daza Alonso.

Con Rodrigo Daza Alonso se extingue la saga de doradores que hacían del dorado su forma de vida. Siguiendo parte de esa tradición, soy conservador y restaurador de obras de arte y continúo con el oficio familiar, al igual que mi tío Manolo Daza, por tradición y compromiso con mi apellido. Orgulloso de llevarlo, por lo que simboliza, tanto por los que están, como por los que se han ido. Orgulloso de heredar ese amor por el taller como si fuese mi hogar, la pasión por la soledad del artesano con su obra. Orgulloso de intentar emularles en su maestría y en su calidad como persona.

Así te recuerdo Rodri y así os recuerdo (mi padre, abuelo, tío...), este es mi pequeño homenaje, a un oficio, a un apellido, a una familia, que lleva el arte en sus raíces, con orgullo y tradición.

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