HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

San Adelfo

29 de agosto 2008 - 01:00

VARIAS consultas librescas me dicen que Adelfo y Adolfo son el mismo nombre. Ya no. Lo serán en su origen, en un Adulfo germánico antiguo que significa "lobo, guerrero noble". Como quiera que sea, el Adelfo de hoy consta en muchos textos como Adolphus. Tiene una abogacía, junto con santa Glosinda, que estaba a punto de perderse: contra las enfermedades de transmisión sexual, pero hay nuevos rebrotes de sífilis y han aparecido enfermedades nuevas, como el sida, y han vuelto a ser invocados por prostitutas y su clientela. La razón es azarosa: Adelfo fue obispo de Metz y Glosinda abadesa en un monasterio de la misma ciudad. Metz, hoy en la Lorena francesa, fue la antigua Mediomatriçum, un lugar de acantonamiento de soldados. Las prostitutas que los seguían se encomendaban a los santos de la ciudad y llevaban luego la devoción a sus lugares de origen o a otras ciudades de su recorrido como comerciantes sexuales.

Aparte de que fue obispo de Metz en el siglo V, de su vida se sabe muy poco. Sus restos fueron trasladados, no se sabe por qué, desde Metz a Neuviller, en Alsacia, en el siglo IX. A principios del siglo XVI, un hagiógrafo alsaciano, Wimpheling, compuso una vida de san Adelfo recogiendo las leyendas orales que habían ido naciendo alrededor de sus dos enterramientos, porque san Adelfo fue venerado como santo desde poco después de su muerte. El hagiógrafo añadiría de su cuenta lo que le pareció oportuno para atraer clientela devota al nuevo sepulcro del santo. Los milagros no son novedosos y los encontramos en otras biografías piadosas: las campanas tocan solas cuando se va acercando el cuerpo a san Adelfo a Neuviller, salva a dos niños, uno de un pozo y otro de un caldero de agua hirviendo, y se le representa vestido de obispo y pisoteando a un dragón, hazaña que haría en vida con el símbolo del Mal.

La devoción debió ser muy popular porque hay tapices, vidrieras y sillería de coro con el relato imaginario de las andanzas de san Adelfo. No sabemos si fue sabio como solían ser los obispos medievales, pero desde luego fue muy virtuoso. No quiso cambiarse de nombre. La adelfa es una hermosa planta de la que se dice que destacan en ella la envidia y la ostentación, porque la naturaleza no le dio más que belleza exterior y ninguna otra cualidad. Adelfo pensaba que era un juicio injusto, pues la sola belleza en sí es una gran cualidad, si sabe usarse para el bien. Supo atraerse con su presencia a señores poderosos y gente del pueblo que aún vivía mayoritariamente en el paganismo y los convirtió a la verdadera fe. No pudo impedir que la soldadesca y las prostitutas llenarán la ciudad, pero sí que las devociones por temor a las enfermedades venéreas los redimieran en parte de sus pecados.

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