HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

San Genaro de Nápoles

19 de septiembre 2008 - 01:00

Se puede escribir también Jenaro, porque las distintas reformas ortográficas del español, desde el siglo XVIII hasta ahora, dejaron los nombres de pila y los apellidos exentos por considerar que se trataba de sentimientos personales: si una familia había escrito su apellido desde siempre Jiménez, Giménez o Ximénez podía seguir haciéndolo según la tradición familiar sin cometer falta de ortografía. Muchos nombres de personas y apellidos tienen esta licencia, incluso algunas poblaciones. San Genaro fue, y será, unos de los patronos de España. No recuerdo si fue Felipe V, impresionado por el milagro de la licuación de su sangre en una visita a Nápoles, o Carlos III cuando pasó de rey de Nápoles a serlo de España. Creo que fue Felipe V. Lo cierto y lo fijo es que san Genaro en una de las devociones más antiguas más firmes en el reino de Nápoles, a pesar de ser una leyenda piadosa, uno de los innumerables mártires romanos.

San Genaro, nacido en Nápoles y obispo de Benevento, fue un mártir de Diocleciano que, como tantos otros, sufrió distintos suplicios de los que salió indemne y murió decapitado. Su nodriza enjugó su sangre con paños finísimos y la escurrió en unas ampollas que se conservan como un tesoro en la catedral de Nápoles. El Milagro de san Genaro consiste en la licuación de esta sangre en determinadas fechas, con motivo de calamidades, epidemias, guerras y catástrofes, de actividad alarmante del Vesubio o de visitas de personajes ilustres. Comoquiera que en el sur de Italia se licua sangre de varios santos en distintos lugares y la de san Genaro se ha usado con fines políticos, incluso amenazando al arzobispo con una pistola cuando convenía una licuación, sospechan los impíos que sea una superchería. Se cree que se trata de cera impregnada de sangre que se derrite con el calor de las velas de la ceremonia. La fe hace el resto.

La devoción popular por san Genaro en Nápoles durante siglos ha tenido ribetes de fanatismo. No sólo era el patrón de la ciudad, sino que de él dependía su destino. La Iglesia no interviene en las devociones populares siempre que no vayan contra la fe o comporten rituales censurables, pero en los tiempos modernos ha ido poco a poco quitándole importancia al Miracolo, dando a entender que la licuación de la sangre del santo es menos importante que el haber derramado su sangre por la fe en Cristo y dar con ello un testimonio de gran valor teológico. El pueblo napolitano, si bien ha contenido ciertos excesos histéricos propios de las pasiones religiosas, sigue confiando más en la sangre licuada del santo que en argumentos teológicos. San Genaro protege a la ciudad de hambres y enfermedades, de erupciones del Vesubio y terremotos, y le promete prosperidad y bienestar. Si la sangre no se licua, lo hace a medias o tarda mucho en hacerlo, algo malo ocurrirá aquel año.

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