Ayer se celebró la festividad de San Ildefonso de Toledo. En Jerez este santo fue venerado en una iglesia propia e incluso dio nombre a una collación. Pero todo ello quedó envuelto en las brumas de una existencia efímera y oscura.

De mediados del siglo XV hay referencias a una collación de San Ildefonso que debió de crearse en los límites de las feligresías de San Salvador y San Mateo y en torno a un templo de orígenes medievales que nunca llegó a ser parroquia. La collación deja de existir como tal ya en el XVI. La iglesia, en cambio, tuvo una trayectoria más duradera, datando precisamente de dicha centuria la mayor parte de los datos que poseemos de ella. Queda constancia, en este sentido, su vinculación con los Dávila Sigüenza, que vivían al lado y poseyeron allí su enterramiento. Por iniciativa de esta familia el edificio sufría una ampliación a partir de 1538 y una reconstrucción parcial en 1597. Sin embargo, ya en el siglo XVII se decide interrumpir su culto. Como testimonio de las obras de arte conservadas en San Ildefonso nos queda la Virgen de Socorro, que en 1619 los Dávila donaron al Monasterio de Guía.

Por diferentes planos fechados en los siglos XVIII y XIX sabemos su ubicación exacta. Se emplazaba al comienzo de la calle que aún recibe el nombre del santo, en la esquina de una plazuela y junto a una callejuela que desbocaba a la Puerta de Rota, ambas, plazuela y callejuela, denominadas asimismo como “de San Ildefonso”. Sus ruinas convivirían con la radical transformación decimonónica que sufre este sector urbano con la sustitución del viejo caserío por el complejo bodeguero de Domecq. En este proceso, la callejuela se transformó en almizcate, parte de la plaza quedó cerrada por una verja y, a finales del Ochocientos, lo que restaba de la iglesia se derribaría. En su lugar se levanta la actual bodega Guadalupe.

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