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HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

San Valerio del Bierzo

11 de septiembre 2008 - 01:00

SE sabe que el primer Valerio tuvo una vida poco edificante, propia de los jóvenes de familias ricas y nobles del siglo VII. En el mismo siglo, san Fructuoso, también joven rico y noble, había recorrido con su padre la comarca del Bierzo para visitar sus posesiones y halló en ella las condiciones para llevar vida retirada, como una Tebaida hispana para los solitarios. Pero la vida en soledad es buena para los hombres santos, si además de santos son sabios, es más conveniente que vivan en comunidad para trabajar por la Iglesia y la cristiandad. Así lo pensó Fructuoso y fundó en El Bierzo el monasterio de Compludo (o Compluto). Valerio, después de algunos desengaños e impresionado por la violencia y las ambiciones de su clase, llamó a las puertas del monasterio tras muchas reflexiones. El abad vio en el muchacho virtudes por educar y lo admitió entre los novicios.

Pronto Valerio no se sintió bien allí. En los monasterios no faltan envidias y rencillas de inspiración diabólica, y pidió permiso al abad para retirarse al desierto de Castro Pedroso a vivir como anacoreta, lo que el abad le negó en principio, pues estimaba su inteligencia. Valerio le prometió dedicarse a escribir, para que su trabajo en los pedregales redundara en bien del cristianismo. Accedió el abad sin saber las penalidades que le estaban reservadas al novicio. La fama de santidad y sabiduría que enseguida alcanzó, atrajo a muchos devotos, pero también a monjes irritados por su buen nombre. Uno le robó los libros que ya tenía escritos y los hizo pasar por propios. Otro lo persiguió con saña por un presbiterado que Valerio había rechazado ya. Y un tercero, con mañas hechiceras, convocó a los demonios para que atormentaran al santo. Para colmo, el dueño del terreno donde se retiró lo echó de allí y le tiró la choza donde vivía. Continuó su retiro en San Pedro de los Montes, en la celda de san Fructuoso.

Leyó y escribió muchísimo, su autobiografía entre decenas de escritos, y, aunque Menéndez Pelayo cree que en la literatura visigótica hispana no hay un estilo propio, fue autor de tratados muy útiles para la enseñanza, porque recogían obras difíciles de encontrar en una época en la que los libros eran un bien escaso y caro. Fray Justo Pérez de Urbel lo llama escritor "confuso y tumultuoso". Visto desde hoy tiene su interés saberlo, pero sus discípulos lo adoraban. Tenía mal carácter con los torpes pero dedicaba toda su paciencia a los más inteligentes. Murió en San Pedro de los Montes, otra fundación de san Fructuoso, después de pleitear con los monjes e intervenir el rey y el obispo en su defensa para que tuviera sustento y un lugar donde vivir y escribir. Se le dejó en paz y en paz murió. No obstante, ha sido suprimido del Martirologio por los doctores que, como se sabe, tiene la Iglesia.

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