Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
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La esquina
No descarto que en la decisión fulminante de Pedro Sánchez de adelantar las elecciones generales haya una especie de asunción de responsabilidades por el batacazo, el domingo pasado, de los candidatos socialistas, ni una justificada huida del calvario que le aguardaría si dejase los comicios para diciembre. La hipótesis más razonable es que convoca el 23-J para silenciar al partido, para sepultar el desastre ante un desafío impostergable y más grave, para opacar la crisis interna.
Se trata de impedir que haya el más mínimo debate sobre las causas que han llevado al enorme castigo –inmerecido e injusto, dijo el mismo Sánchez– que los electores infligieron el domingo a miles de candidatos socialistas en ayuntamientos y autonomías. Mejor evitarlo imponiendo un nuevo reto, no vaya a ser que los militantes desconcertados por el 28-M empiecen a preguntarse qué ha fallado o a reflexionar sobre pistas como ésta: el barón más triunfador en las urnas, casi el único, ha sido Emiliano García-Page, el más distante de las políticas de Sánchez, el único que se atrevió en su presencia a proclamar que él con Bildu no iría ni a la vuelta de le esquina.
Al contrario que en la campaña local-autonómica, en ésta del 23-J está plenamente justificado que el protagonismo sea de Pedro Sánchez y todo el aparato y la militancia socialista trabajen en su defensa. Y que el enfoque de la campaña lo decida el presidente del Gobierno.
En mi opinión lo ha decidido mal. Primero, porque no ha hecho autocrítica de la campaña anterior ni de su gestión que tanto ha influido en ella. La autocrítica –si se me permite una ironía del universo comunista– se la ha hecho él a los ciudadanos, prácticamente definidos como una piara de ignorantes e imbéciles subidos a una ola reaccionaria (como una plaga o un meteorito) que les impide reconocer la bondad infinita de su gestión. Estarían manipulados, además, por un complejo mediático completamente conservador (¡si el primer periódico y la primera cadena de radio son incondicionales suyos!). Segundo, define a su enemigo en la derecha extrema indistinguible de la extrema derecha (PP y Vox) que es trumpista y le mandará detener si no gana las elecciones. ¿Alguien se imagina al funcionario Feijóo llamando a asaltar el Congreso de los Diputados? Tercero, simplifica la lucha: o gobierna él con toda su mochila o gobierna Feijóo con Abascal. Algo expresó al respecto la gente el 28-M.
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