Carlos Colón

Santos no, zombis sí

La ciudad y los días

Disfrazarlos de zombis o de Joker carece de connotaciones y considerar "raro" al que no lo hace no supone una imposición

27 de octubre 2022 - 01:36

Comentar que las conmemoraciones de Todos los Santos y los Fieles Difuntos han sido arrinconadas por Halloween en un claro caso de aculturación, y no en su sentido más culturalmente enriquecedor -adaptación gradual de una cultura a otra sin que ello implique el abandono de la suya propia, derivando en influencias culturales mutuas- sino en el más dañino -recepción de otra cultura y adaptación a ella con pérdida de la propia- es tan inútil como comentar la "magnititis" cofrade o que el sonido más auténtico y emocionante de la Semana Santa son (o eran) las cornetas y tambores "puras". Por lo tanto, no es de eso de lo que me ocupo hoy, que ya decía el clásico que esforzarse en vano es de necios, sino del sorprendente fenómeno de la contaminación ideológica de unas costumbres y la asepsia de otras.

Si en un colegio público, por ejemplo, se les habla a los niños de Todos los Santos, en Navidades los pequeños escenifican un portalito o en Cuaresma hacen una procesión, padres habrá que protesten porque se vulneran los principios del laicismo. Si, en cambio, van vestidos de vampiros, zombis o brujas y el colegio se llena de calabazas nadie siente agredidos sus valores. Por lo visto todo lo relacionado con el cristianismo debe ser expulsado del espacio público porque conlleva contenidos negativos (digo yo que esta será la razón, porque si los papás entendieran que son positivos no creo que protestaran). Para colmo de males relacionados con esa institución nefasta llamada Iglesia, responsable de cosas tan negativas como, por poner un ejemplo, auxiliar a un millón de personas a través de 15 proyectos de construcción de paz en siete países con un presupuesto de 1.254.712 euros, como ha hecho Cáritas Española.

Halloween (aquí, no en los países anglosajones en los que está arraigado en su cultura), en cambio, parece que no tiene nada que ver con la ideología (o no ideología) del consumismo, ni con la imposición por impregnación ambiental de modos de vida y patrones de conducta. Halloween es como el agua: ideológicamente incolora, inodora e insípida. Vestir a los niños de pastorcitos o costaleros es una intromisión intolerable de lo religioso en el espacio público. Pero vestirlos de zombis, payaso asesino o Joker es estupendo porque carece de connotaciones. Y considerar "raro" al niño al que sus padres no disfracen no supone una presión o una imposición. Puede vale.

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