Jerez íntimo
Jerez: a vueltas con la Magna, Paco González Vega y la escritura automática
Por montera
Ya ni me pregunto cuándo quitarán de los aeropuertos los controles de seguridad. Sí que ha llegado a su fin el uso obligatorio de las mascarillas en el transporte publico, pero, no caerá esa breva de que aligeren la intensidad en los controles de los aeropuertos. Casi nos hemos acostumbrado a desnudarnos delante de cientos de desconocidos. Ante mí una pareja que empieza a desprenderse de sus cinturones, que por otra parte ya podrían habérselos quitado un poco antes para no retrasar más el latoso proceso del pasar el control. En apenas dos bandejas estamos obligados a poner, en una, todos los dispositivos electrónicos y en la otra, abrigos, chaquetas, relojes, pulseras, cinturones, zapatos… El tránsito es lento y el tedio se contagia en la forma de la atención de algunos agentes. A mí, esta semana, me han tratado como lo hicieron en el aeropuerto de Isfahán en Irán. Por ser mujer me desviaron a otra habitación separada donde una agente me cacheó hasta el tuétano. Me vi obligada a explicarle que podrían estar provocando los pitidos los aros de mi bustier. Al fin, con mala cara me dejó pasar. Algo así me sucedió en el aeropuerto de Madrid. Había pasado descalza. No llevaba cinturón, que evito cuando viajo en avión precisamente para ahorrarme más desvestidos públicos. Sin abrigo ni chaqueta, tan solo con mi jersey de lana ad hoc al frio que estamos padeciendo, solo portaba unos pantalones que no tienen ni bolsillos. El arco de seguridad pitaba y la luz roja nunca se tornaba en verde las veces que me hizo pasar esa agente. Me quité el anillo y una pulsera. El pitido no remitía y solo me quedaba desnudarme de manera integral sin que ella comprendiera que no llevaba nada más que poder quitarme. Terminó llamando a una agente superior y juntas me apartaron hasta una sala acondicionada para desvestir, supongo que a los más sospechosos. Yo, era una de ellos. Me subí mi jersey de lana hasta el cuello y me bajé los pantalones hasta la rodilla. Humillante, en efecto. Y seguía pitando. Lo que no comprendo es la desproporción de los controles en aeropuertos que no se cumplen ni en trenes ni puertos. Y que no se haya detenido ni activado el Pacto Antiyihadista tras el asesinato cometido por un hombre que ha matado en nombre de Alá a una persona por ser católica. El Ministro Grande-Marlaska debe dar explicaciones concretas de qué ha fallado en Algeciras y de la desproporcionada seguridad que hay en unos lugares y no en otros. Este asesino debía de haber sido expulsado en junio y de hecho, estaba siendo vigilado. El debate es este.
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