Entramos con plenitud en la primavera, tiempo de renovación y de alteraciones emocionales, tiempo de crisis necesarias para permitir que estalle el fruto y se incentive el emparejamiento y la subsistencia de la vida.

Contrasta con el claro estancamiento, ajeno a cualquier valor, de la actuación del nuevo gobierno andaluz. La primavera del cambio parece consistir, en mucho titular, poco rigor, inacción y cortinas de humo basadas en el cansino y manido argumento de las "herencias recibidas". Sin salir de los lugares comunes y el mero intento de ocupar posiciones preeminentes, elevando el tono, más parece que estemos en pleno sopor veraniego.

La forma de proceder de la "administración del cambio" no nos puede tranquilizar, baste el ejemplo de lo que ocurre en el sector que absorbe la mayoría del presupuesto autonómico y gran parte las inquietudes de la población, la sanidad pública. Acusar al anterior gobierno de politizar la gestión sanitaria para seguidamente provocar ceses a diestro y siniestro, de forma arbitraria, sin motivarlos ni hacer el mínimo esfuerzo para justificarlos, cuando menos parece poco coherente dando la impresión que se busca, la peor de las politizaciones, la sumisión basada en el miedo más que audacia basada en la autoridad, la eficacia y la eficiencia. Acusar al anterior gobierno de falsear las listas de espera, justificaría la denuncia ante la fiscalía, y sin embargo solo ha servido de soporte para anunciar el aumento del desvío de fondos al sector privado.

Basta que hagan un ejercicio, visiten el BOJA y podrán comprobar la poca actividad que se está generando, como alguno ya ha señalado parece más que estemos sesteando en agosto, sin proyecto, que viviendo la alharaca que se vende y con tanta facilidad compran la mayoría de los medios de comunicación.

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