A rienda suelta

Manuel Moure / Mmoure@diariodejerez.com

El Síndrome de Napoleón

AL CACHO de mala bestia le dio por atizarle cuatro patadas en la cabeza a su congénere, tan barbilampiño como él, no sin antes aliñarlas con tres puñetazos al rostro y tres coces a los genitales. Satisfecho por el trabajo, tomó entre sus manos el i-pod que su víctima, ahora retorcida en el suelo, portaba en el cinturón. Se dirigió hacia su ciclomotor de último modelo y marchó a casa. No se fue a una casita baja, ni siquiera a una vivienda de protección oficial. Ni mucho menos. Dejó la moto en el jardín, recostada en un lateral del porche, no fuera a ser que a la amenazante nube que pululaba sobre el chalé le diera por descargar sobre uno de sus bienes más preciados. De mañana, dos agentes de paisano se lo llevaron esposado. Su madre, llorosa, se preguntaba horas más tarde ante el juez de Menores qué había hecho mal. "Señoría, si no le falta de nada.. Se lo he dado todo". Y el juez le respondía: "En eso precisamente, señora, en eso. Su hijo no sabe ganarse nada. Lo que quiere, lo toma... o lo roba".

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