Hablando en el desierto

Francisco Bejarano

Tercera Roma

SIEMPRE que oigamos la expresión "nacionalismo" pongámonos en guardia como ante un peligro peor que una catástrofe natural, de esas que extinguen especies, pues ese es su deseo inconfesable: extinguir a todo aquel que no pertenezca a la nación de sus delirios o la ponga en duda. Hay nacionalismos respetables, pero son pocos y civilizadores. Todo nacionalismo que no tenga entre quinientos y mil años debe combatirse como cosa perjudicial y mala. Todo nacionalismo que no se haya formado de manera natural y muy lenta, debe ser tratado por la medicina como trastorno mental contagioso. Y todo nacionalismo que haya surgido de la industria de una ideología política, debe ser perseguido por la justicia. El nacionalismo es la guerra.

En Europa oriental hay algunas naciones respetables, pero todas aquellas que no tuvieran en el siglo XV lengua escrita, literatura, música, artes suntuarias y príncipes cristianos, aunque fueran herejes, deben ser tenidas en menos como civilizadoras. De las pocas que podemos entresacar, Rusia se lleva la palma. Ha vuelto a ser Santa Rusia desde que renegó del comunismo, ajeno a su tradición, y lleva el título de Tercera Roma desde que el Gran Turco abatiera los muros de Constantinopla para dolor de la Cristiandad. Civilizó grandes extensiones de Asia: a los temidos tártaros, a los cosacos del Don, mantuvo a raya a los pueblos túrquicos, evitó que Europa desapareciera conquistada por las hordas periódicas que nos amenazaron desde las estepas del Asia Central y repobló Siberia con revolucionarios y disidentes de alto nivel cultural.

En comparación, ¿quiénes son los ucranios? Étnicamente son hermanos de los rusos. Un ruso y un ucranio pueden hablar cada uno en su lengua y entenderse bien, si quieren entenderse. Los rusos los han considerado siempre rusos, pero hay zonas amplias de grandes influencias polaca, húngara, rumana y eslovaca, además de tártara, cosaca y judía. Habrá también unos cuantos ucranios de raza pura, pero es muy improbable que en el mundo haya alguna raza pura. Los nazis, que despreciaban a los eslavos, encontraron apoyo en los nacionalistas de Ucrania cuando invadieron Rusia. Hace poco más de veinte años, con retazos de varios pueblos y naciones, se compuso la Ucrania independiente. Leer a Ivan Bunin o al conde de Gobineau nos puede venir bien ahora, pero lo más urgente es saber qué dice la retroprogresía para distinguir a los malos de los buenos.

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