HE visto en un recorte de prensa reciente la lista de embajadores nombrados por el gobierno español en los últimos cuatro años. Algunos son embajadores normales, como los de siempre, pero en otros casos, por su título, son misterios sin resolver, misiones a lo desconocido. (No sé si habrá alguna errata en la información.) La Iglesia, maestra en tantas cosas, lo es también en este asunto: protonotario, prepósito, apocrisiario, caniculario, camarero secreto, obispos in pártibus infidélium o in péctore, entre otros muchos más complicados y de difícil interpretación, aunque algo sepamos de ellos. Felipe III el Bueno, duque de Borgoña, creó la orden del Toisón de Oro en el siglo XV, sin carácter religioso ni militar, sino estético y caballeresco, cuando ya la Edad Media agonizaba. Fue un lujo oriental y simbólico muy del gusto de la nobleza borgoñona para celebrar capítulos lujosos que los cronistas de la época cuentan asombrados.
Lo mismo parecen las misiones españolas que se escapan a nuestro entendimiento, aunque nos imaginamos que sus funciones están claras. Por ejemplo: ¿qué hacen las embajadoras para el Cambio Climático o para la Alianza de Civilizaciones? ¿Y la embajadora para el Fomento de las Políticas de Igualdad de Género? No lo sabremos nunca porque ya el propio título se refiere a fantasías del imaginario progresista. Menos raro, aunque extraño, es que haya un embajador para Asia y otro para Asia Central. Asia es muy grande y tendrán mucho trabajo, igual que la embajadora para Asuntos Trasatlánticos o el embajador para Asuntos Iberoamericanos. América también es muy grande. Luego hay dos embajadores que no tendrán reposo: el encargado para las Relaciones con las Comunidades y Organizaciones Musulmanas en el Exterior y el nombrado para los Organismos Internacionales Africanos.
Hay embajadas que deben mantenerse en secreto, como la de Asuntos Estratégicos para que las estrategias no se entorpezcan, o la de Políticas de Desarrollo, por si acaso hubiera celos entre los países a los que ayudamos a desarrollarse. Aparte de estas embajadas, más o menos extraordinarias, en el sentido de maravillosas, hay una en especial arcana: embajadora directora de la Unidad de Emergencia Consular. Los ciudadanos saben para qué sirve un embajador en Francia o en Washington, incluso, con cierto esfuerzo, en Camboya, en Gambia o en el Tratado Antártico, pero no sabe, sin explicación, el papel de la embajadora para la Presidencia de España del Comité de Ministros del Consejo de Europa. Todas las misiones serán necesarias. Los ciudadanos suelen confiar en sus gobiernos y no creen que haya embajadores zascandileando por el mundo. España debe estar en todas partes, también con su embajador para Asuntos del Mediterráneo, un mar que estamos a punto de descubrir.
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