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Alberto Núñez / Seoane

Toros y becerros

Tierra de nadie

22 de septiembre 2008 - 01:00

Conducía, hace unos días, por la carretera que une Jerez con El Puerto. Al bajar la cuesta de San Cristóbal y llegar a la rotonda de los "Toros de Osborne", vi que estaban todos pintados con frases como: "toros no", "¿porqué nos torturáis?", "la tortura no es cultura", "toreros asesinos"… ¡Vaya!, pensé, esta noche los becerros han estado de nuevo divirtiéndose mientras sus madres trabajaban con ahínco en alguna de las casas de citas que hay por los alrededores.

A esta manada de arrogantes inquisidores, podría decirles muchas cosas y podría, también, argumentarles lo necesario para refutar las sandeces intolerantes que guían sus actos. Decirles, por ejemplo, que, en efecto, la tortura no es cultura, pero nadie, en la Fiesta Nacional, se dedica a torturar al toro de lidia. Decirles, que lo que no es cultura es destrozar el patrimonio ajeno enmierdando paredes, carteles, fachadas o monumentos, en aras de una reivindicación que, desde ese momento y por esos modos, pierde la razón que pudiese tener.

Argumentarles, que sin las corridas de toros, hace mucho tiempo que el toro de lidia hubiese desaparecido del Planeta. Puede que algún triste ejemplar contase los días que le quedasen para morir en alguno de esos miserables zoológicos que, esos sí, torturan a los animales salvajes en beneficio de cuatro gatos que pretenden divertirse viendo entre rejas a un león, un búfalo o un águila. El mantenimiento, progreso y futuro del toro bravo, depende, en exclusiva de la lidia.

Argumentarles, también, que el movimiento económico que se genera alrededor del toro: empresarios, toreros, ganaderos, sub-alternos, picadores, novilleros, escuelas taurinas, mayorales, trabajadores rurales, transportistas, veterinarios, proveedores varios, publicistas, etc … supone una parte importante de la economía de nuestro país, sin que ello signifique que todos estos profesionales vivan de la muerte del toro: del toro, sí; de su muerte, no.

Seguirles argumentando que, si diésemos validez a la sarta de estupideces por las que acusan a la lidia de tortura, necesariamente habría que hacerse, entre otros, los siguientes planteamientos: la pesca es una tortura, porque enganchar a un animal por la boca con un garfio aserrado y dejarlo morir, entre estertores, de asfixia, lo es. Cocinar almejas, cangrejos o gambas, es una tortura, porque coger animales vivos y sumergirlos en agua hirviendo hasta que mueran, lo es. Comerse una tortilla de patatas implicaría un doble acto de abominable crueldad sanguinaria, porque los huevos son embriones de gallina asesinados, las papas son seres vivos que, al igual que las plantas, nacen, crecen, se reproducen y sienten; arrancarlas de sus hijos, despellejarlas vivas y, antes de morir, arrojarlas a un perol con aceite hirviendo en unión de los abortos de gallina, lo es. Podría seguir sugiriéndoles muchos ejemplos de idioteces, pero creo que es suficiente, los que no ven la insostenibilidad de los memos argumentos que utilizan, son ellos: los becerros mentales.

Continuar con el argumento de que el toro bravo es un animal que pertenece a una especie nacida para morir luchando. No hablamos de una vaca lechera, ni de un toro retinto, ni de un buey gallego ni de un novillo argentino, hablamos del toro de lidia, una especie única, diferente, valiosa y ¡brava!

Al igual que no habría leones sin sabana, bongos sin impenetrables selvas lluviosas o leopardos sin árboles; no podrían existir toros bravos sin la lidia, es así de simple, les guste o no.

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