Cuarto de Muestras

Trampantojo

Es muy difícil estar a la altura de esas pinturas, de la historia de nuestros reyes que es la historia de España

No creas a tus ojos. El trampantojo es el arte del engaño. Recurso de los pintores a lo largo de la historia y, recientemente, de los chefs afamados que hacen ilusionismo con sus platos de alta cocina. Nada es lo que parece. Los mandatarios del mundo y sus parejas paseando la otra noche por el Museo del Prado parecían una trampa para el ojo. ¿Eran ellos mismos o un cuadro hiperrealista que alguien había colado y cuyos personajes habían cobrado vida? Hay que reconocer que el truco, tan efectista, ha causado honda admiración de crítica y público. Recordaba a aquellos tiempos en los que el rey junto a su corte tenía como una de sus privilegiadas ocupaciones distraerse con elegancia.

Es cierto que la grandeza de los cuadros volvía a estos personajes aún más corrientes, menos interesantes. Su poder parecía más pequeño como si se les hubiese quedado dentro de los coches oficiales aparcados a la puerta. Ni los pelos revueltos y pajizos de Boris Johnson conseguían llamar la atención. Es muy difícil estar a la altura de esas pinturas, de la historia de nuestros reyes que es la historia de España. Imposible. Era como si el gobierno hubiera querido emular los tiempos de grandeza y dejar sin palabras a sus invitados. Cómo no enmudecer en el Museo del Prado, cómo no tomar conciencia de lo que somos o fuimos capaces de ser.

Es paradójico que un gobierno que se jacta de progresista y que se mantiene en el poder gracias a partidos que abominan de la unidad de España, recurra a las regias pinturas del Museo del Prado y a la corona para decir aquí estoy yo y agasajar a sus invitados tras llevar de paseo a las esposas a comprar zapatitos y recuerdos. El único atrevimiento ha sido sustituir en el pontifical artístico al cura por un cocinero que son los nuevos sacerdotes de la modernidad, homilía incluida. Es todo en el fondo muy arcaico. Un disfrute como abrir la caja agujereada de los gusanos de seda, tan previsible y deslumbrante a la vez. Me recordó cuando mi padre se ponía montuno y decía que él no era conservador, que era inmovilista para, inmediatamente corregirse y añadir, en verdad, soy retrógrado. A ver si Pedro Sánchez va a ser como mi padre, pero, sólo a ratos, porque Sánchez es un espíritu contradictorio. Un trampantojo. No sé qué pensarán de esta preciosa cumbre en Ucrania. Todo ha sido por su seguridad, por la nuestra.

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