Don Pedro y su clan. Necesita voceros, altavoces que secunden sus kafkianas maniobras. Atrás quedaron conceptos como líder, carisma… Los años de Don Felipe. D. Gregorio, D. Javier, D. Alfonso… Qué diferencia. Y he aquí que cuando visualizo mentalmente a Don Pedro, me asalta una permanente consideración: la política es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de los políticos. No es mía la frase. Pero a veces la tienen demasiado larga. La nariz, me refiero. Pinochos de la política. Nada más. Don Pedro y Don Pablo llevan tiempo jugando una partida de mus donde uno al otro le dice llevar un solomillo, cuando en realidad, no pasan de la del tío Perete. Decía un fino y metafórico analista, que en los Consejos de Ministros juegan al pañuelo: finta va, finta viene, pero ninguno coge el trapo. A ver si el otro atraviesa la raya del error. ¿Miedo? Quizás. Eliminados, sin jugar ninguna partida más. La historia siempre juzga.

Hablar. Pero no negociar. Es la línea trazada por Don Pedro. Alguien debería decirle que tanto giro a la izquierda llevan camino de convertir al socialismo en el mayor fracaso de nuestro siglo, en el artífice del desastre histórico de estas siglas otrora fundamentales para el devenir democrático de nuestro país. Y más si dedica sus esfuerzos, como en Andalucía, a adjudicar pena de destierro a quien no comulgue con él. Y Susana Díaz, y el histórico socialismo andaluz, llevan camino de ello. Al final, se hizo trampas al solitario y creyó ser el líder espiritual e indiscutible de una nación que, a duras penas, se llama España.

Pero me resisto a dedicar este artículo solo a D. Pedro, altavoces y voceros incluidos. No sería justo. Ni con él, ni con la historia, ni con la realidad socialista. Creo en un partido que en esta etapa democrática ha mostrado su responsabilidad para con España. No puede haber futuro para este país, si no coexiste con un auténtico y leal equilibrio de fuerzas democráticas nacionalistas donde el socialismo debe recuperar el lugar que ideológicamente le corresponde. Creo en la pluralidad política como necesidad básica de todo estado. Y creo, lo diga quien lo diga, que Podemos, no es socialismo. Eso sólo fue spot publicitario de un yogurt que, por fortuna, caducó su fecha de consumo.

En las filas socialistas hay valores y personas que saben lo que significa gobernar por encima de partidos y alternativas abocadas al fracaso y a la autodestrucción. Basta con que los actuales comprendan la inutilidad de sujetarse al sillón cuando la realidad es la que es. Algún día lo entenderán, respetarán y se dejarán aconsejar por sus mayores. Mientras tanto, seguirán haciendo trampas al solitario.

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