Fernando Taboada

Versión oficial

Habladurías

19 de abril 2020 - 01:30

Vaya carajal hay montado con la última encuesta publicada por el Centro de Investigaciones Sociológicas. Y todo porque en el cuestionario se insinuaba la posibilidad de instaurar algún tipo de censura gubernamental que controlara la información sobre el coronavirus (y porque además la pregunta estaba formulada de tal manera que la mayoría de encuestados contestó que tampoco estaría mal una cosa así.)

¿Pero de qué nos escandalizamos? Es lógico que un organismo estatal dedicado a tantear la opinión pública se interese por asuntos capitales y no vaya preguntando a la gente, en un momento tan crítico, si la tortilla le gusta más con cebolla o si la Alhambra quedaría mejor si la hubiesen construido en Vigo. Aunque, puestos a preguntar por mecanismos de represión, podían haber sondeado a ver qué nos parecería legalizar los aparatos de tortura en las comisarías; o rescatar la pena de muerte y, en ese caso, si estaríamos a favor de volver al garrote vil o preferiríamos un método más acorde con la juventud de hoy.

No entiendo el revuelo que ha desatado esta sugerencia de sacar las tijeras contra todo aquello que desmienta las versiones oficiales. Deberíamos recordar que los gobiernos, aunque a veces quieran dar la impresión de que están ahí para repartir caramelos, para lo que realmente se inventaron es para meter en cintura a quienes pretenden sacar los pies del tiesto. De hecho, la censura nunca dejó de funcionar. Lo que pasa es que en otros tiempos al censor le pagaban por vigilar los escotes en las películas y ahora, aparte de seguir vigilando esos escotes, pero en los anuncios de coches, también tiene que estar atento a lo que dicen los periódicos porque en democracia existe una libertad de prensa mucho más bulliciosa que cuando estrenaron Gilda.

Es lógico que los gobiernos vigilen para que ningún medio difunda informaciones dañinas. Y es lógico que ciertos medios de comunicación se hayan asustado pensando que el dedo acusador les señalaba a ellos por no pregonar que nuestros dirigentes, aparte de los más guapos y los más altos, son los mejores que ha tenido España desde que existen registros. Pero que no teman porque, si de lo que se trata es de unificar el mensaje para no volver loca a la gente, lo más seguro es que se esté tirando de la oreja, pero no tanto a esos medios revoltosos como al propio Gobierno, que en su afán de ser humilde y autocrítico, ha decidido poner orden y al fin va a coordinar sus versiones oficiales para que los expertos no digan hoy algo que mañana será desmentido; para que el vicepresidente no salga por peteneras cuando una ministra esté tocando palmas por bulerías; y para que hasta el propio presidente deje de dar la impresión de preparar las ruedas de prensa lanzando una moneda al aire para responder, por ejemplo, cara, cuando hoy quizás lo suyo fuera decir cruz.

stats