Violencia política

Irene, Ione y Pam han salido muy maleducadas, violentas, rencorosas, vulgares y soberbias

Decirle puta a una mujer es un insulto?¿Acusar a una persona de fascista lo es?¿Y tacharle de mentirosa? Este es el estilo del talante que hay dentro de Gobierno. Si un hombre le dice a su mujer que es un puta, automáticamente esto se enmarca dentro del maltrato, sin duda. Pero se están lanzando injurias constantes independientemente del sexo. Queda claro, por el tipo de relación que han establecido los socialistas y podemitas, que se están maltratando. El nivel de tolerancia de los denuestos ya depende de cada uno aunque se extralimiten en su resistencia. Se insultan, se mienten, se hacen el vacío, se amenazan, se humillan unos a otros, y también en público. Se tratan con violencia psicológica, verbal. Este Gobierno que tanto presume de cuidar a las mujeres pero premia a los violadores ha formado un matrimonio tan tóxico como enfermo y violento. Lo más sano, para ellos y para los vecinos que estamos denunciándolo permanentemente a los que se nos ignora, es que se separen. Por el bien de los cónyuges, por el bien de la familia, de los vecinos del edificio, de los niños y de los votantes. Sánchez tiene un nivel de tolerancia muy bajo. Todos sus ministros le rinden pleitesía y obedecen sus directrices. Pero Irene, Ione y Pam les han salido muy maleducadas, ignorantes, violentas, rencorosas, vulgares y soberbias. Grandes desconocedoras de su responsabilidad como personas con cargos de Estado. Es tan insoportable su convivencia que Pedro ni aparece por casa. Se va de viaje todo el día y se aprovecha para hacerse el empático y cercano en esos guionizados e hilarantes vídeos, siempre con socialistas. Pedro soportará al Clan de la Tarta, pero nosotras no. Por las fracasadas manifestaciones del 8-M no siento ni vergüenza ni pena puesto que no había nada que se asociase al trabajo de miles, millones de mujeres. Pero en vez de ponernos tras una pancarta morada con proclamas violentas y excluyentes, nos defendemos con palabras, negociando, en conferencias, artículos, publicaciones, libros, con serenidad y respeto. Nada de lo que salga entre gritos, insultos, ocurrencias y polarizaciones tiene que ver con el trabajo que se sigue haciendo para conseguir la igualdad en el siglo XXI. No siento vergüenza por ellas, solo me produce carcajadas que, ahora, además de ministras quieran ser sexólogas. Ya lo decía esta semana Margarita Robles: algunas se creen que han inventado el feminismo, ahora. Y otras que, sólo, (con tilde) son feministas las socialistas.

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