Yo te digo mi verdad
¿El pueblo salva al pueblo?
El río de la vida
Deslindados ya los márgenes temporales que han dado a las vacunas contra el covid, quedo incorporado al grupo de los astrazenecos, aquellos que estamos en la banda de los sesenta y los setenta. Tengo un hermano que es jensen y una hermana pfizeliana. En la familia queda alguien que pase por moderno, pero a día de hoy no he perdido la esperanza.
Los astrazenecos hemos tenido que asimilar en poco más de seis décadas a unos cambios muy profundos en la forma de ver las cosas o de enfrentarte a las generaciones que te suceden. No pasamos el año del hambre y no fuimos niños de la postguerra, pero hemos tenido que lidiar con un montón de contradicciones sociales que nos tienen en ese limbo en el que añoramos ciertos hábitos del pasado, pero sin atrevernos a rechazar lo que nos ofrece el futuro. Es de locos.
Si me fijo en mí, por ejemplo, noto que aún me falta armonizar enseñanzas y costumbres de mis padres con las de mis hijos y mis nietos. De niño estaba muy delgado y el médico le dijo a mi madre que tenía que hacer reposo, que consistía en tumbarte en la cama después de comer y no moverte en un par de horas para que la digestión se hiciera bien. Yo me he pasado más horas haciendo reposo que Rociíto en Telecinco. Ahora me dice el médico que nada de reposo, que el sofá solo acarrea obesidad. Antes tenía que engordar por prescripción médica y ahora tengo que adelgazar, también por prescripción médica. Nuestras madres querían niños gordos porque la gordura era signo de salud y nuestros hijos piensan que la obesidad es mala para los suyos. Y así casi todo.
Antes llevabas un siete en el pantalón y te exponías a que tu madre te diera una paliza. Ahora tus hijos y tus nietos se compran rotos los pantalones. Antes ibas a ver a un enfermo y le llevabas jamón para que se repusiera. Ahora le llevas jamón y te tratan de loco. Antes bastaba chocar la mano para hacer un trato y ahora tienes que llevar diez abogados y un notario. Antes ser analfabeto era no saberse los ríos de España y ahora es no saber enviar un guasap. En política vivimos la época de integración durante la Transición y ahora vivimos la de desintegración y revancha… La lista puede ser interminable. Por eso digo que si los astrazenecos estamos cuerdos es porque queremos, porque obligación no tenemos. ¡Vivan los astrazanecos!
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