El balcón
Ignacio Martínez
Sin cordones sanitarios
Navidad
En Nochebuena vente pa’ Jeré…
Así llama María José Santiago a que regresen un sinfín de personas que celebran estas fechas con sus seres queridos en nuestra ciudad.
Desde las últimas semanas de noviembre, las calles de Jerez se engalanan, se impregnan del olor a pestiños, a copas de oloroso, se preparan para la visita de los Reyes Magos y, sobre todo, se ponen al servicio de la gente para devolver en muchos rostros recuerdos e ilusión.
Es cierto que cada persona vive la Navidad de manera diferente. Hay algunas, muy familiares, que se recogen al calor de aquellos seres queridos y consiguen rebosar ánimos y un espíritu especial. Hay otras que aprovechan para escapar de la rutina y deciden conocer lugares nuevos, ya sean en nuestro país o fuera. De hecho, existe una debilidad generalizada por pensar que la Navidad debe estar formada según los constructos televisivos, plasmada de estereotipos mayormente estadounidenses.
¿Cuántos querrían subir a la torre Rockefeller de Nueva York para ver el árbol de Navidad y la pista de patinaje? ¿Quién no querría pasear por las calles de Londres o París con los villancicos populares y un despliegue de luces inigualable? ¿O incluso celebrar el Año Nuevo con las tradiciones escocesas del Hogmanay en Edimburgo? Sin importar dónde estemos, es inevitable conseguir que la Navidad nos robe una sonrisa o saque alguna que otra lágrima.
Nací y crecí en Jerez, me crié en sus patios y calles, en sus colegios, y disfruté de las zambombas, concursos de villancicos, los belenes por el centro… Como yo, hay muchos jerezanos que, por un motivo u otro, se vieron en la situación de emigrar y separarse de los rincones de viñas y naranjos. Salir de Jerez implica oxigenarse, regresar con miras más abiertas y poder de comparación, significa valorar lo que tienes y saber complementarlo con lo que aprendes. Sin embargo, no existe lugar en la Tierra que pueda hacerle competencia a nuestra ciudad en Navidad.
Cuando vives lejos y tienes la posibilidad de volver a casa unos días, intentas guardar en un frasco el sonido de las guitarras y las palmas de los villancicos en el centro, el sabor a polvorón y bolas de coco, y el perfume y la sonrisa inconfundibles de tu abuela al verte cruzar la puerta. En tan solo unos segundos, tratas de condensar todo lo que añoras y deseas tener cerca para recargar pilas hasta la próxima vez que pises esta tierra.
He tenido la suerte y la gran oportunidad de vivir estas fiestas en diversas partes del mundo, pero nada logra aupar tanto a quien está fuera como rodearse de candelas y un buen vino cerca de la familia. Creo que puedo hablar en nombre de todos los que no estamos aquí al decir que la Navidad trae un sentimiento más agudo de echar de menos cada resquicio de la ciudad cuando llega diciembre, sin importar si estás en Reino Unido, Francia, México o la India. Pensar en regresar es el motivo de superación de muchos jerezanos que, a pesar de desear con todas sus fuerzas estar aquí, no han podido venir.
Estas palabras van dedicadas a aquellas personas valientes que rompen a llorar cuando cambian de año en la lejanía, a las que acuden a los villancicos jerezanos que encontramos en Internet en estas semanas para sentirse en casa, a quienes deciden cenar con sus familias por Skype y se toman las uvas a pesar de la diferencia horaria... También reconocen la valentía y fuerza de familias y amigos, quienes sacan un minuto de su tiempo para enviar un simple “te echo de menos” o un “ojalá estuvieras aquí”; a las personas que sufren la ausencia aquí y quienes la afrontan con calidez y esperanza.
Vivan como vivan su Navidad, los recuerdos, los sabores, los aromas de nuestra infancia nunca se van y hacen que la añoranza de los que no estamos sea más aguda. Y es que, en realidad, lo único que debemos hacer en estas fechas es dejar encendida una luz en el pasillo para guiar el camino de los que quieren volver y no pueden, y no dejar que se pierdan. A quienes se fueron, a quienes regresaron, a quienes sintieron los nervios de esperar a alguien en el aeropuerto, a quienes enviaron mensajes transatlánticos de afecto y cariño, a quienes perdieron a sus seres queridos en la distancia y los recuerdan comiendo roscón de Reyes y a quienes viven estas fechas con ilusión y nostalgia: ¡Feliz Navidad!
Por último y en un tono más personal si se me permite, quiero dedicarles estas humildes palabras a mis abuelos y, en especial, a mi abuela, por asegurarse de que nunca falte el brillo en sus ojos azules cuando me ve entrar en casa.
Javier Moreno Rivero nació en Jerez de la Frontera en 1990. Actualmente trabaja como investigador en el Departamento de Lingüística Teórica y Aplicada de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), donde aterrizó el año pasado después de haber vivido en Francia, Escocia, Estados Unidos e Inglaterra en los últimos años.
También te puede interesar
El balcón
Ignacio Martínez
Sin cordones sanitarios
Notas al margen
David Fernández
Los portavoces espantapájaros del Congreso
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Que hablen los otros, qué error
Cuarto de muestras
Carmen Oteo
La gallinita ciega
Lo último