
La Crestería
Manuel Sotelino
Velocidad, Soria 9 y Paco Muñoz
Descanso dominical
Los nacidos en Jerez somos, como diría aquel, muy jerezanos y mucho jerezanos. Defendemos con orgullo nuestra tierra, sus paisajes, sus raíces, su cultura y sus tradiciones. Llevamos el escudo en el pecho con una gallardía que ya quisiera Sergio Ramos en el Sevilla, y cuando vamos de viaje, allá donde nos lleve la brújula, cualesquiera que sean nuestros destinos, en la Conchinchina mismo, presumimos y mucho de nuestros orígenes, a veces con una intensidad pelín incómoda, como cuando se le pone a una visita el vídeo de hora y media de la boda, con comentarios fotograma a fotograma, y después se le planta en los morros el álbum de fotos del día de autos con sus 240 páginas a todo color. Pues así más o menos. A ver, hay que decir que este no es un comportamiento exclusivo de los oriundos de Jerez, que sucede en muchos sitios (en Cádiz sin ir más lejos), y sobre todo se da con mucha frecuencia en estos lares del Sur. Será porque tenemos más motivos... ¿Ven? Ya estoy fardando. Es más difícil desde luego encontrar a uno de Majadahonda o de Oslo, con todos mis respetos para ambas localidades, al que se le hinche el pecho hablando del terruño.
Y eso está muy bien. Lo de llevar en el corazón nuestra idiosincrasia y la manera en la que entendemos la vida, que nos brillen los ojos hablando de este rincón, que saquemos a relucir el orgullo de ser de donde somos, de estar donde estamos. Eso siempre lo hemos entendido en Jerez, en Cádiz, en Sevilla, en Andalucía en general, con la serenidad de sabernos privilegiados por nacer donde hemos nacido, siendo conscientes de las grandezas y también, por supuesto, de las miserias, pero sin ninguna necesidad de enfrentarnos a nadie, de buscar un enemigo común, de imponer supremacías ni verdades absolutas. Porque aunque amamos nuestra tierra con la fuerza de los mares y con el ímpetu del viento, aunque enseñamos los dientes si alguien nos insulta o nos quiere infravalorar, aunque pudiéramos tener más motivos que nadie, aunque seamos la comunidad más grande y más habitada del país, ni somos ni hemos sido nunca nacionalistas. Al menos, no en el sentido y la concepción que tiene hoy ese término, origen de tantas rupturas, enfrentamientos y desvaríos. Somos andaluces, estamos por encima de todo eso, nunca vamos a intentar someter al resto de España con chantajes, ínfulas o un puñado de votos, no tenemos esa necesidad y, sobre todo, no somos de esa condición. Nunca vamos a inventar motivos para huir de nuestra tierra escondidos en un maletero ni vamos a odiar a los que no tienen la suerte de ser andaluces. Y no lo vamos a hacer, entre otras cosas, porque dime tú dónde encuentras en Waterloo un sitio donde te pongan un buen mollete con aceite y jamón. Anda ome.
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