Que Pasapalabra sea uno de los programas más vistos te hace concebir esperanzas en el futuro del irregular poliedro español. Que fuera el más visto el miércoles pasado era de cajón: se sabía que, bien Orestes, bien Rafa se había llevado los 2 millones y buen pico del bote. El programa magistralmente conducido por Roberto Leal en Antena 3 arrasa; por decirlo de contemporáneas maneras, es transversalísimo, como el jamón bueno o George Clooney. Jóvenes y mayores, hombres y mujeres, gente más o menos cultivada y 'estudiada', la gama completa de IQ (siglas bárbaras de "cociente intelectual"). Casi todo tipo de espectador se pone frente al televisor a esa hora de transición en los quehaceres diarios, esa que apaga la luz natural y enciende la eléctrica: la salida más hogareña del tablero.

Tras las otras pruebas menores con el famoseo entregado que hace de comparsa de lujo, los dos contendientes saltan a cuerpo a la arena: el terreno de juego es un rosco. El miércoles, el recorrido de definiciones con las letras del abecedario acabó -en la primera ronda y sin un "pasapalabra"- en "zabro", un escarabajo que ataca a los trigales tiernos. Una palabra recuperada para el gran público gracias al sevillano Rafa Castaño, como otras cuatro también ignotas para, diría, el 95% de la población: jenízaro, Égica, Minkowski y sistro. No, no vale hacer como yo, y decir que usted hubiera acertado todas las demás, y mucho menos caer en la paranoia del contubernio, típico daño colateral del éxito: qué tongo ni qué conspiración contra Orestes; quien, por cierto, ha reivindicado cada programa la ocurrencia tontona y sin complejo. Os debemos mucho, chicos.

Álvaro Ochoa consiguió de inmediato en estas páginas una entrevista con el licenciado en Periodismo y ganador final, que estaría rifado en estos días de laureles (por cierto, periodistas de formación con altas facultades mentales hay bastantes, pero no siempre, qué va, esa capacidad está correlacionada con sus IRPF: paradojas vocacionales). Rafa se gana la vida como librero, y apuesto a que es esa una de las pocas profesiones en la que el prescriptor es también el paciente, cliente o usuario: los libreros leen mucho, no es baladí en este caso. En fin, dos cosas a modo de Y y Z. Con la Y: genial la respuesta a la pregunta sobre qué haría con el millonazo que se le queda Hacienda "en origen", en la mismísima A: "Lo dedicaría a inspectores fiscales", respuesta irónica, larga y ancha, como su cabecita. Con la Z: gracias, paisanos; el sur necesita gente como Castaño y Leal. Pasapalabra.

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