NO se lo espera. Y sabiendo de esta circunstancia todavía me froto más las manos y tecleo con ilusión esta columna. Sí; tal y como han visto en el titular de la Crestería, hoy dedico este rincón para contar las cosas de las hermandades en primera persona al bueno de Adrián Padilla ¿Quién no conoce a Adrián con su cámara de foto en ristre intentando captar la imagen de una procesión?
Adrián Padilla pertenece al grupo muy selecto de cofrades que hacen que esto de las hermandades merezca la pena. No lleva nunca corbata ni se le ha visto cogiendo una vara. No ha llegado a esto para estirar el cuello y pillar cacho en una foto. Sin embargo, hoy, la foto, es para él. Con todos mi respeto y con todo mi cariño.
Adrián ocupa su lugar sin pensar nunca en escalar en el escalafón del protagonismo. Él, simplemente, hace sus fotografías con su cámara. Y después te la enseña con la misma ilusión que un niño en la mañana de los Reyes Magos.
Tomo partida por este fotógrafo de los buenos y escribo hoy domingo una columna merecida a un cofrade de los pies a la cabeza. El Señor y la Santísima Virgen lo mantenga mucho tiempo delante de los pasos. Con su cámara de fotos al hombro para tomar esa fotografía que pare los tiempos y otorgue la verdad de una devoción.
El pasado domingo iba con san Blas haciendo fotografías. Y uno no pudo resistirse y decirle que posara para mi cámara. Él no se imaginaba que yo le escribiría esta columna. Y por eso ahora no se lo espera. Así que yo, mientras escribo, me froto las manos y brindo por el bueno de Adrián Padilla.
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