El mundo de ayer
Rafael Castaño
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El pinsapar
Un aficionado atlético puso el pasado domingo, a modo de capote de barrera de la maestranza, una bandera española con el escudo de su equipo, el Atlético de Madrid, en una valla del estadio donde jugaban los colchoneros contra los culés. Le llovieron insultos, lo increparon. Un liberticida acudió a su localidad y arrancó la bandera de los españoles de un modo decidido y violento. Poco después de la acción y recuperada la bandera por su dueño, dos 'securatas' pagados por el Barça se acercaron al lugar de los incidentes y 'acompañaron' a la salida del Nou Camp al osado que se había atrevido llevar el fundido de la bandera roja y amarilla con el escudo del equipo madrileño. No hubo muertos ni heridos, un incidente 'aislado' de un 'provocador' que no fue al Nou Camp a ver un partido de fútbol sino a incitar a la violencia a unos socios pacíficos. ¿Lo ha dicho esto algún portavoz del Barça? Se trata de eso, ese estadio es la representación teatral y efectiva del odio a España, a sus equipos de fútbol, al Rey, a los españoles en definitiva. Esto es, una olla a presión. Sin duda es 'mès' que un Club, por si no estabas convencido. El actual Barça de las presunciones (compra de árbitros, alteración de la contabilidad, cobro de comisiones, alteración del precio de las cosas, qué se yo), la afición de la punta de lanza por la independencia, los vociferantes que más temprano que tarde serán expulsados de alguna competición continental o internacional por el escándalo de los siete millones de euros al vicepresidente de los árbitros y la lista interminable de agravios inexistentes, digo existentes en una imaginación conformada para que los odiemos al menos la mitad de lo que ellos nos odian, este conglomerado de disparates múltiples está llamado a explotar en el momento en que se haga inaguantable. ¿Pudo ser hoy? No ha sido, afortunadamente. Un bloque de aficionados atléticos en esa zona del campo hubiera reaccionado de otro modo y lo mismo habrían tirado por la valla al agresor que en nombre del odio inoculado se atrevió a la 'hombrada' de insultar a una bandera y a un escudo. Impunemente. ¿Nadie va a poner orden en estos delicados asuntos susceptibles encender la mecha hispánica, ya conocida desde la antigüedad? Me temo que todavía queda combustible que quemar, odio que expandir. Es el mundo híspido este mundo del Nou Camp, el mundo del ni contigo ni sin ti alimentado por esa costra cleptocrática, estas élites extractoras del dinero público que buscan llegar hasta el filo del precipicio de España. El domingo hubo otro episodio del drama.
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