Lecturas contra el coronavirus

Jesús Rodríguez

El afinador de fuentes (Capítulo 43. Parte II)

Pintura de una bodega de Jerez en el último tercio del siglo XVIII (Consejo Regulador).

Pintura de una bodega de Jerez en el último tercio del siglo XVIII (Consejo Regulador).

El abogado agachó la cabeza, musitando: “Cállate, Gumersindo, cállate”.

Volvió a oírse la voz de trueno del marqués:

–Tendrá que darme cuenta de esa acusación. Le vuelvo a repetir lo mismo: jamás tendrá mi bodega.Habló don Rafael:

–Jamás es un adverbio voluble, marqués. Mi cliente no le está preguntando si es su deseo venderle la bodega, porque prácticamente ya es de él. Contra mi criterio, se ha empeñado en fijar un precio y unas condiciones de venta, pero si no llega a un acuerdo con él, don Jacobo se adjudicará todos sus bienes en subasta.

–Su cliente –respondió el marqués– le ha mentido, como miente a todos llamándose marqués y dándoselas de caballero. Yo sé quién es y de dónde viene, y a mí no me engaña. Debe usted saber que yo no le he vendido nada ni él ha comprado nada mío, por lo que nada me puede exigir... Le repito que no venderé a su cliente: antes quemo la bodega, las casas y las viñas… Y ahora, ya están los dos en la calle.

–Lo que dice –replicó don Rafael muy tranquilo– es verdad, pero solo en parte. Es cierto que usted no le ha vendido nada a don Jacobo, pero no que él no ha comprado nada suyo: ha adquirido sus deudas con el banco y tiene embargadas sus marcas. Si no llega a un acuerdo con él, mañana mismo empezaré las ejecuciones en el juzgado. En seis meses habrá perdido usted todo lo que posee… a precio de subasta.El marqués hundió su cabeza en el pecho. Durante un tiempo estuvo así, meditando. Levantó al fin la cabeza y dijo con voz extenuada y mirando a Jacobo:

–Quiero tratar solo con usted.

Se dirigió después a los abogados, aunque sin dirigirles la mirada:

–Ustedes, abandonen mi despacho ahora mismo.

Así lo hicieron, sin componer ninguno de los dos un gesto de irritación. El interés de sus respectivos clientes estaba por encima de sus sentimientos. Y es que ambos estaban sobrados de dignidad, pero desconocían lo que era el amor propio, que es una forma de dignidad, aunque devaluada: la dignidad de los simples.

Cuando hubieron salido los abogados, dijo el marqués:

–¿Qué condiciones de venta son esas a las que se refiere su abogado?

–Deberá abandonar todas sus tierras, sus bodegas y sus casas en dos meses. A cambio le pagaré el valor real de sus bienes, no el que he pagado al banco por los créditos que tenía contra usted.

El marqués lo miró abatido:

–Comprenda que tengo un patrimonio enorme… Dos meses… Le ruego que recapacite.Jacobo se quedó en silencio. Después respondió:

–Tiene razón. Como usted dice –o por lo menos, se lo dijo a mi padre–, los plazos que se dan pueden cambiarse. Usted cambió el que le dio a él para que abandonara su casa, dejándolo en la mitad y yo haré lo mismo con el que le he dado para abandonar la suya: un mes.

El marqués se desparramó en su asiento.

–Pero tenga en cuenta –dijo con un hilo de voz– que Mencía se va a casar dentro de mes y medio con el hijo del conde de Henestrosa y quiero que el convite se celebre en el palacio de ‘Lavapájaros’. Allí se han celebrado las bodas de mi familia desde hace generaciones.

–Esta no se celebrará allí. Lo dicho: un mes.

Jacobo salió de la habitación. Allí estaban los abogados. Don Rafael consolaba a su abatido compañero: “No te preocupes, Gumersindo, acuérdate de lo que nos decía en la facultad el catedrático de Romano: el rico que no sabe usar su riqueza es de una pobreza incurable, porque es pobre de corazón. Ese marqués nació rico, pero no se morirá rico; en cambio, nació pobre de corazón y pobre de corazón se morirá”.

Al ver a Jacobo le preguntó:

–¿Qué?

–En un mes todo estará en mis manos… En nuestras manos, porque espero contar con su ayuda en la gestión de ese negocio del que apenas sé algo –respondió–.

–Agradecido, don Jacobo. Cuente usted conmigo. Yo no es que conozca todo del negocio del brandy, pero ya encontraremos a alguien que le asesore.

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