La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
CUENTAN las lenguas antiguas –no, no es el himno del Centenario de otro grande-, ni fue un catorce de octubre; dicen los que lo vieron que fue un nueve de septiembre. Era 1972. El cartel, de los soñados de entonces, Luis Miguel, Curro y Rafael.
Así, sin apellidos, con el nombre basta. Dicen que fue la décimo octava corrida Concurso de Ganaderías de Jerez. También cuentan, que el cartel quedó en un mano a mano porque el señorito que se decía, sin serlo, el número uno, había sido herido en una plaza francesa.
Los que lo contaron, argumentaban, con razón, que lo mejor que puso pasar es que la corrida se quedase en un mano a mano. Me contaron, aquellos buenos aficionados, Manolo, Pepe, Aurelio…, que los toros eran de Juan Pedro, de Camacho, de Salvador Guardiola, de Guardiola Domínguez, de Fermín y del Marqués. Me dicen que El Faraón, grande entre los grandes, con muchas sombras y pocas luces, tiró por la calle de en medio, como tantas otras veces. Parece ser que, Rafael estuvo muy aseado con el segundo y dio una vuelta. Y salió el cuarto, en la
tablilla ponía Aldeanero, negro bragao y meano, número 144 de 507 kilos en la báscula, era de los Señores Guardiola Domínguez de Sevilla. Y dicen, que, entonces, se paró el discurrir del mundo, el sentido de la existencia, que la órbita terrestre amainó y que los planetas se estaban realineando. Desde entonces, en la calle
Circo, nada es igual. Desde el domingo pasado, en el planeta de los toros existe un rescoldo de nostalgia. ¡Va por usted, maestro!
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