Tribuna libre

Alejandro Gordon Mínguez

En el 83 aniversario de la muerte de un ilustre jerezano

Imagen del beato José Ignacio Gordon de la Serna.

Imagen del beato José Ignacio Gordon de la Serna.

PROBABLEMENTE pocos jerezanos conocen la vida del beato José Ignacio Gordon de la Serna, un sacerdote, miembro de una conocida familia de origen escocés, que teniéndolo todo en su tierra, salió de ella para darse a los más necesitados y que le sorprendió la guerra civil lejos, en Alboraya, Valencia, y allí fue asesinado por causa de su fe. Ayer se cumplieron 83 años de su muerte.

El beato José Ignacio Gordon de la Serna, que fue declarado así el 21 de octubre de 2017 por el Papa Francisco, es un orgullo para Jerez (además de él, en nuestra tierra sólo tenemos otro Beato, el religioso Manuel Jiménez Salado).

Si es extraordinario en nuestro tiempo ver a personas dispuestas a morir por sus ideales, más lo es si cabe cuando son personas que dejan todo por darse a los demás y por causa de su fe, son asesinadas de la peor manera.

El beato José Ignacio fue bautizado en la Iglesia de San Miguel, en la que se conserva su pila bautismal, y recibió la primera comunión también en nuestra ciudad. Una vez terminados sus estudios de Bachillerato marchó a Madrid, y allí comenzó la carrera de derecho en la Universidad Central, hasta que la vocación le animó a dejarlo todo para pedir la admisión en los padres Claretianos.

Su mérito es digno de mención puesto que dejó todas las comodidades que le proporcionaba su familia (era hijo de los marqueses de Irún) y quiso irse a Cervera, Lérida, para estudiar como religioso y posteriormente ordenarse sacerdote.

Sin duda en una época como la actual en la que el hedonismo y el ‘todo vale’ de no pocos jóvenes, en la que es inviable darse a los demás y en la que mucho menos tiene cabida la vocación religiosa, el beato José Ignacio, su vida y su muerte, deben ser un ejemplo para todos los jerezanos y un motivo de orgullo para los católicos.

Su muerte, definida por el Papa Francisco “por odio a la fe”, junto con otros dos compañeros religiosos, el beato Marcelino Alonso y el beato Tomás Galipienzo, también nos invita a la reflexión ya que se produjeron en un contexto histórico en el que el odio llevado hasta el extremo regó de muerte nuestro país. En uno y otro lado de España miles de personas fueron asesinadas.

Sin embargo, también el recuerdo de las últimas palabras de este ilustre jerezano dirigidas a sus asesinos debe animarnos a recordarle: “Os perdonamos de todo corazón”. Jerez debe recordar a este beato como un ejemplo de reconciliación y generosidad hasta las últimas consecuencias.

Sus reliquias se conservan en la Iglesia de San Vicente en Valencia, donde fue enterrado terminada la Guerra Civil española.

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