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Marco Antonio Velo
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De los tres proyectos de vacuna contra el Covid-19 que implementa el CSIC, el más avanzado, liderado por Mariano Esteban y Juan García Arriaza, está sufriendo un retraso no suficientemente explicado. A finales del pasado julio, cuando todo estaba preparado para comenzar los ensayos en humanos, la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) decidió suspenderlos sine die. En un primer momento, el Ministerio de Sanidad señaló que los motivos eran "confidenciales". Más tarde, tras aclararse una supuesta -y falsa- incidencia negativa de la vacuna en animales, el propio CSIC indicó que las causas de la suspensión no eran científicas, sino de carácter administrativo. Y aunque resulta poco verosímil que lo meramente administrativo sea capaz de interferir de forma tan radical en el tiempo urgente de la ciencia, ahí quedó la cosa. Hace unos días, el CSIC ha solicitado por segunda vez a la AEMPS que dé vía libre al proceso. Esperemos que en esta ocasión haya más suerte.
Sí la tuvo, y mucha, Hipra, farmacéutica catalana que, diez días después de anunciarse el freno a la investigación del CSIC, recibió, ella sí, el oportuno permiso para ensayar su propia vacuna. Las pruebas comenzaron en septiembre en varios hospitales catalanes. Se intuye, incluso, que Sanidad tiene la intención de adquirir preferentemente la futura vacuna de Hipra en las próximas campañas contra el virus. No sería más que la concreción de una promesa que el mismo Pedro Sánchez formuló en su visita, el último abril, a las instalaciones de la empresa en Amer (Gerona): la de convertirla en la vacuna española de referencia, operativa ya en 2021. Aquel día, la interpretación de la consejera catalana de Salud, Alba Vergés, fue algo distinta: para ella, la vacuna de Hipra era una apuesta de país, de Cataluña claro, por los sectores estratégicos.
Existe, no lo dudo, la tentación de relacionar ambos hechos. Yo me resisto a hacerlo. Me resulta impensable que un gobierno beneficie, otorgándole ventajas de plazo, a una empresa privada frente a una agencia estatal. Tampoco termino de creerme que la fabricación de un recurso tan vital sea utilizada para apuntalar equilibrios parlamentarios. No puede ser, en fin, que un asunto que afecta a la salud de todos acabe en el mercadeo de extrañas mesas bilaterales. Aunque algo sí que concedo: parecerlo lo parece; y dado el historial de tan desahogados titiriteros, vaya usted a saber.
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