Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 1979: Choquet, Esteban Viaña, Manolo Benítez, Falconetti y Nadiuska
L OS tiempos de crisis, sea económica, bélica o de seguridad, son buenos para la creación artística, según sabemos por lo ocurrido en el pasado. Las artes y las letras se benefician de los momentos malos porque hacen al hombre más reflexivo, mira más hacia dentro de sí y no corre aturdido detrás de espejismos, porque ya sabe lo que son y está desengañado. A las actividades creativas les sienta bien la pobreza, si no es extrema, la prudencia y la sobriedad. El Siglo de Oro español estuvo bajo la vigilancia de la Inquisición, las revoluciones dieron el triunfo al Romanticismo y el periodo de paz precaria entre las dos guerras mundiales hizo nacer 'ismos' sin cuento. En la benévola dictadura de Primo de Rivera se formó lo más granado de la literatura española del siglo XX, y después de la Guerra Civil se volvió a escribir muy bien, por más que los peores escritores sigan empeñados en llamar al periodo "páramo cultural".
Hace cien años se inventó el Futurismo, un movimiento renovador que terminó aliado, o por lo menos simpatizando, con el fascismo de Mussolini, una modernidad socializante entonces. Con anterioridad al Futurismo ya hubo intentos de romper con el pasado repetitivo y, aunque los historiadores del arte creen que los 'ismos' terminaron con la Segunda Guerra Mundial, nunca han faltado hasta hoy quienes insistan en confundir la extravagancia con la modernidad. No tratan ahora de sorprender con novedades sino de asombrar con provocaciones. Las provocaciones de la literatura y el arte están en las obras mismas, a pesar de los autores, o no existen. En cuanto se nota que la provocación es deliberada no vale, no cumple su función. Se ha provocado a sabiendas con tanta frecuencia que lectores y espectadores han terminado por mostrarse indiferentes, porque escandalizar es un recurso pobre y causa de rechazo.
No sabemos si la crisis nos llevará a una mayor formalidad artística, pero es probable, y a una intensificación de la melancolía. Ambas, sin exceso, han hecho siempre bien a las artes y las letras y nunca han desaparecido del todo. Las crisis predisponen a reflexionar sobre el pasado, una manera creativa de mirar al futuro, y favorecen las renovaciones y las innovaciones. Quizá, con suerte, entren en crisis 'instalaciones' y 'perfomances', la novela histórica, la prehistórica y las de falso realismo de ambientes ínfimos. Nos ahorraríamos el arte del horror y la literatura de la vacuidad, y tal vez empezáramos a ver obras de arte nuevas y verdaderamente modernas. No somos adivinos, pero sabemos desde siempre que las repeticiones en las obras de creación causan enseguida cansancio y hay que inventar otras. 'Invención' quiere decir descubrimiento, hallazgo, muchas veces fortuito, pero tiene que haber un talento para encontrarlo. La provocación está al alcance de cualquiera.
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