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Juan Manuel Gutiérrez

La avaricia

14 de abril 2015 - 01:00

LA avaricia, uno de los grandes pecados capitales que habitualmente termina generando más sufrimiento que satisfacción al ser humano. Mucho ha sido escrito sobre el afán de acumular dinero. Desde filósofos clásicos, pasando por grandes literatos españoles y llegando a prestigiosos psicólogos contemporáneos que tratan de explicar por qué surge y cómo debe tratarse la avaricia desde la infancia.

El gran Epicuro de Samos, siglos antes del nacimiento de Cristo, ya escribió la siguiente reflexión, "Aquel que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo".

Muchos siglos más tarde, en el Siglo de Oro Español, aproximadamente en torno al año 1630, escribiría el inigualable Francisco de Quevedo, entre otros muchos poemas y sátiras sobre la avaricia, aquellas estrofas que decían:

"Madre, yo al oro me humillo,

Él es mi amante y mi amado,

Pues de puro enamorado

Anda continuo amarillo.

Que pues doblón o sencillo

Hace todo cuanto quiero,

Poderoso caballero

Es don Dinero."

Sin pretender realizar un exhaustivo recorrido histórico sobre la avaricia, que no es objeto de este escrito, parece obvio, que ha existido siempre la codicia. Así pues, es difícil, atribuir a la publicidad y a la sociedad actual, al menos en su totalidad, la responsabilidad de las conductas avarientas.

Para explicar entonces este tipo de comportamientos, que por lo general provocan el desagrado y reproche de las personas que los observan o padecen, es necesario adoptar una perspectiva clínica. Entender el egoísmo como un comportamiento que se aparta de lo habitual. Es necesario entender que existe un problema en la relación entre el avaro y el dinero. Porque aunque la mayoría de las personas disfruten teniendo dinero, también podrán disfrutar sin él. Sin embargo, el avaro sin dinero no solo no puede disfrutar, sino que se siente perdido sin él. La persona avara puede llegar a padecer una seria relación de dependencia del dinero, igual que otras personas las tienen de otras personas, o de la comida, o del juego y las apuestas, como si de drogas se tratara.

Visto desde esta perspectiva, puede incluso parecer lógico que exista un miedo terrible a no tener una cantidad importante de dinero. En estos casos, el miedo a no tener dinero viene claramente derivado de no saber disfrutar sin él. No saber disfrutar de tomar el sol, de hacer deporte, de dar un paseo, de la familia, de observar la naturaleza, de ayudar a los demás a pasarlo bien, de leer, de dormir o de comer, entre otras muchas cosas.

Claro está, que no se puede hablar de avaricia si se trata de conseguir cubrir las necesidades básicas de subsistencia, como son la casa, la comida y ropa entre algunas más. Hablamos de avaricia, cuando a una persona que tiene garantizada una subsistencia cómoda le resulta imposible reducir sus ganancias a cambio de placer o satisfacción.

Continúa Quevedo en su sátira:

"Es tanta su majestad,

Aunque son sus duelos hartos,

Que aun con estar hecho cuartos

No pierde su calidad.

Pero pues da autoridad

Al gañán y al jornalero,

Poderoso caballero

Es don Dinero."

Dar autoridad al gañán, una forma utilizada por algunas personas para sentirse por encima de los demás, una forma de intentar mejorar la idea de sí mismos, su autoestima. Hace unos años, un interesante estudio demostraba como la gran mayoría de personas preferían ganar mil euros si los demás ganaban quinientos, que ganar dos mil, si los demás ganaban cuatro mil. Es decir, lo importante no resultó ser la cantidad de dinero que podemos ganar, sino sólo qué posición ocupamos en relación a los demás. Por tanto, surge otra cuestión importante, ¿disfrutar de lo que tengo o tener más que los demás? La investigación en psicología da una respuesta muy clara, las personas que saben disfrutar de lo que han conseguido (atribuyéndose responsabilidad sobre sus éxitos) tienen una probabilidad mucho menor de padecer alteraciones emocionales y psicopatologías, que aquellos que se centran en lo que les falta (atribuyéndose principalmente responsabilidad sobre sus fracasos).

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