H style="text-transform:uppercase">ay una escena maravillosa en la película La vida es bella en la que Guido, está parado con su hijo delante de la puerta de una tienda donde hay un letrero que dice: "Prohibida la entrada a judíos". El niño le pregunta por qué no dejan entrar a los judíos, y Guido responde, algo así, sin darle importancia, para no inquietar al infante, que no podría comprender el mensaje: "¡¡Bah!!, como si dicen que no dejan entrar a los babilonios, no hagas caso". ¡Genial!

Viene a mi memoria esta escena al ver en televisión al ministro de Industria, justificar la subida de la luz, de más de un 30% respecto a enero de 2016, diciendo que la culpa es de Francia. Sí, han leído bien. De estos babilonios de "Francia que tienen una parada nuclear y que por un principio de solidaridad energética de los países de la Unión, debemos ser solidarios" (sic).

Antena 3, 09:40 del día 19 de enero.

Y yo, como ustedes, me siento como ese niño, pero a diferencia del infante, no tengo un padre Guido que me haga ver la vida de otra forma y además, soy consciente.

Mientras tanto las eléctricas se niegan a facilitar el escándalo de sus costes. Reciben los beneficios del Gobierno, dicen... Y los babilonios cantan y las nubes se levantan.

Que no, hombre, que no. Que las eléctricas tienen un beneficio desorbitado por mor de un artilugio contable que les fue otorgado por el señor Rodrigo Rato, por el cual se les permite generar beneficios a partir de activos absolutamente amortizados.

¡Pobres eléctricas!, encima hay que agradecerles que nos den la luz gracias a la aportación del Estado.

Nos entretienen con babilonios para escenificar el sálvame de lux mediático, del telediario nuestro de cada día.

La corrupción más salvaje está escondida. Todo lo que va bien, lo bueno y lo malo, suele no hacer ruido, apenas se deja ver.

"Mientras haya burros iremos a caballo", dice un refrán español. Babilonios rocinos; que genial Cervantes al llamarle Rocinante a su caballo. Tan español, tan irónico y a la vez tan certero, mientras los silentes montan a lomos del dinero galopante.

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