CON MALA UVAel oro y el moro

Antonio Heredia

La bota de los turbiosBasura

Esta vez no fue por una tromba de agua, pero diversos operarios de Ajemsa tuvieron que ponerse en la mañana de ayer el mono de faena para bombear agua a destajo y solucionar un problema de saneamiento motivado, al parecer, por un remate defectuoso del acerado y alcantarillado de una urbanización de la avenida de Puertas del Sur. Finalmente, lograron despejar la calzada. / PASCUAL.

CUANDO un alcalde tira la basura sus ollares no reciben el olor nauseabundo del contenedor ni su vista aprecia la viscosidad oscura de la acera. Sus pies están libres de excrementos animales y, en verano, sacará una silla de tijera para tomarse una cerveza a la fresquita, amén de saludar al vecindario. Toda empresa concesionaria de limpieza busca anular los sentidos del munícipe de turno hasta el punto de que el gato parezca liebre; mete la garlopa sobre el pliego de condiciones para desbastar los inconvenientes, apilados ya como viruta, de suerte que sólo quede del documento original -oleado y sacramentado por el Ayuntamiento- tres puntos, dos párrafos y buenos propósitos. Las empresas basureras tienen unos ejecutivos duchos en la caza mayor de los contratos que transitan por pueblos y ciudades, atentos a la berrea del poder. Disparan su oferta persuasiva sobre el venado más fuerte -que suele ser el alcalde- y tanta pólvora se pone sobre la mesa que, finalmente, el animal cae rendido a sus pies. El safari en pos de la pieza siempre está al acecho y ahora, en medio de la tolvanera del camino, sus todoterrenos se dirigen a Jerez. Pim, pam, pum. Se escuchan los tiros de las componendas que hacen ver al bicharraco que no hay escapatoria. A la presa se le aturden los sentidos, así que a este alcalde tan listo le han castrado de las narices el olor a mierda y baja a tirar su bolsa sin percibir las nauseas de los desperdicios. En verano sacará una silla de tijera y tomará una cerveza a la fresquita junto al contenedor. Tan pancho y ancho se queda en este abrevadero del coto privado de la empresa de limpieza, junto a otro ganado manso, donde estará bien atendido.

Para cambiar de concesionaria un alcalde debe acreditar no ser un ciervo abatido en cacerías y, por tanto, moribundo en el uso de sus facultades. De lo contrario, su cabeza seguirá colgando en una oficina como gloria de un safari. Su firma en el contrato hará las veces de cornamenta.

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