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CON MALA UVAla nicolumna

Nicolás Montoya

La bota de los turbiosInmigrantes con Santa Claus

Los estudiantes del instituto de La Granja volvieron ayer a echarse a la calle para protestar por el estado en el que se encuentran las instalaciones del centro, donde "no hay persianas, las ventanas están rotas y sólo hay tres servicios para todo el instituto, pero dos los mantienen cerrados porque dicen que los partimos", según explicaron . La fotografía es de MANUEL ARANDA.

EN los tiempos que corren, no hay que esperar. Es llegar diciembre y empezar a oler a Navidad. Luces por todos lados, palmeras fosforescentes, villancicos como música celestial de fondo y pistas ficticias de patinaje para ambientar las calles.

En el día de Santa Claus y con el solsticio de invierno a las puertas, no es difícil aventurar lo que en los próximos días se avecina. Todo ahora se anticipa con antelación y siempre este personaje rubicundo y gordinflón es el que llega primero anunciando tiempos diferentes. Santa Claus ha llegado, hace años se abrió paso a codazos y ya es uno más de la familia, relegando a los reyes, los magos, a un segundo plano.

Claro que por visitantes no nos podemos quejar. Siguen llegando turistas en busca de sol, pero por otro lado, también personas, y cadáveres, en cayucos que difícilmente alcanzan sus objetivos. Siguen apareciendo multitud de amigos que duermen entre cartones y sin techo donde guarecerse; por no hablar de todos los que desde infinidad de países se están haciendo un hueco entre nosotros: inmigrantes cargados de ilusiones, que traen sus manos frías para calentarlas trabajando.

Somos acogedores, pero a la vez esquivos. Somos tolerantes pero a la vez críticos. Nos gusta ser hospitalarios pero al mismo tiempo ponemos condiciones a nuestros invitados.

A Santa Claus, a los subsaharianos, a los sin techo y a todos.

Pensar que Santa Claus pudiera tener demasiado calor con estas temperaturas, llegar a comprender las tristes miradas de cientos de kamikazes en la costas tarifeñas, o acompañar en la morriña a tantos bolivianos, ucranianos o marroquíes, sería ponerse en lugar de los demás. Conducta que brilla por su ausencia. Conducta poco frecuente pero muy necesaria si queremos ser más auténticos.

La cruda realidad de ser un país tan visitado trae consecuencias. Y no todas se parecen a las alegres notas de "jo, jo, jo" -jolgorio- que siempre entona Santa.

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