La de Bringas

En tránsito

Hay una realidad social que forma parte de nuestro ADN colectivo y que es indisociable del mundo que creó Galdós

02 de agosto 2025 - 11:02

SE lee todavía a Galdós? Me refiero a leerlo por gusto, no por obligación académica, y la verdad es que parece que no. Mirando lo que lee la gente en el autobús, es difícil encontrarse a alguien con una novela de Galdós. Y es normal que sea así: hay una especie de prejuicio en su contra, como si fuera un escritor desfasado que ya no tiene nada que decirnos.

Uno de los últimos libros de Vargas Llosa fue un estudio sobre la obra de Galdós en el que le perdonaba la vida y lo consideraba un escritor anticuado y cargado de manías. ¡Dios santo!

Sin Galdós, es imposible entender el país en el que vivimos. Hay una realidad social que forma parte de nuestro ADN colectivo y que es indisociable del mundo que creó Galdós. Basta pensar en sus cesantes que sueñan con un carguito público o en sus señoronas obsesionadas por aparentar lo que no son o en sus petimetres que se dedican a no hacer nada fingiendo ser muy importantes (hoy serían influencers): ese mundo no ha desaparecido en absoluto, sino que está cada vez más presente entre nosotros.

Galdós creó personajes inolvidables que se movían por la obsesión pequeño burguesa del “quiero y no puedo”, y esa fijación por aparentar sigue siendo una pulsión social que determina la conducta de millones de personas en nuestro país.

Y otra obsesión muy actual, la de encontrar un cargo público que nos permita un buen pasar sin grandes preocupaciones, es otra realidad social que Galdós narró mejor que nadie en novelas como Miau o La desheredada. Veamos el caso de Rosalía Pipaón de Bringas, la de Bringas, un personaje que llegó a este mundo (¡figuradamente!) en 1884 y que interpretó de forma magistral Concha Velasco en una adaptación al cine de Pedro Olea, Tormento.

Pues bien, nuestra Rosalía Pipaón de Bringas, casada con un funcionario gris al que todos llamaban Thiers, era una mujer traumatizada por su origen oscuro y que quería brillar a toda costa en la alta sociedad. Toda la vida de Rosalía Pipaón estaba destinada a hacernos creer que era la mujer aristocrática, culta y brillante que en realidad no era.

Y esta obsesión malsana la arrastró a la perdición, a ella y a su marido. ¿Les suena la historia? ¿La de Bringas? ¿O la de Sánchez? Sí, Galdós, siempre Galdós

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