La burbuja

El modo perfecto de responder a Rufián sería decirle: "No participamos en burbujas mediáticas independentistas"

Rufián es borde, faltón, desagradable, todo lo que usted quiera, pero ha creado una figura, un molde expresivo, de aplicación obligada. Te digo que Pedro Sánchez, sus ministros, sus portavoces, podían darle con su propia medicina: No participamos en burbujas mediáticas… independentistas. No me digan que no, sería el modo perfecto de responder a sus insolencias, amenazas, enormidades y exigencias: No participamos en burbujas mediáticas independentistas. De hecho, no hay obligación tampoco. Si la política se encanalla por los Rufián de turno, pues uno se puede defender con este hallazgo impagable. Repito: No participamos en burbujas mediáticas independentistas. Enroque total. Pero, claro, no es lo mismo enrocarse ante un periodista de un medio acusado de ultraderechista que ante los votos necesarios para aprobar una Ley en el Parlamento. Es que el escalón es tan grande, tan insalvable. Digo más, si la pregunta objeto del enroque displicente, faltón y desagradable del republicano catalán la retomara un compañero de otro medio no considerado o susceptible de no considerarse ultraderechista, en los idénticos término, no sé qué haría el diputado Rufián. ¿Respondería de manual, se le calentaría la boca, condenaría a la inanición al osado periodista parlamentario, daría las quejas al editor del medio en cuestión? Lo malo -o lo bueno- es que todo ocurre delante de la mirada de España que ve los telediarios. No son periodistas furtivos en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo, para nada, están convenientemente acreditados y con acceso franco a las salas de prensa del Congreso de los Diputados o el Senado. No importa, puede que para la próxima ocasión se corte en capullo la posibilidad, que no se acrediten los considerados agentes de medios de la extrema derecha. Esto lo escribo ayer, que celebramos las Constitución de 1978, felizmente vigente y que, por supuesto, el diputado Rufián no acepta, pero acata "por imperativo legal" y casi cien mil euros de sueldo anual. Pero han conseguido la fórmula, su burbuja perfecta. Están ahí, no se ofrecen, aceptan ofertas y, en donde puedan, ponen la dinamita que tire abajo todo el edificio constitucional o la parte a la que le dan acceso. Pero el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Desde Suárez hasta Sánchez todos han hablado catalán en la intimidad. Todos. Algunos con más acento que otros, es verdad. Así que los españoles tenemos un problema, Houston. No con Rufián, el diputado borde, faltón y republicano catalán, no, con esa parte de la Constitución que no quedó convenientemente amarrada. Ni con la psicología de la oposición que sea, que no se muestra dispuesta a prestar lo necesario para evitar esta burbuja incomprensible. Que representa Rufián.

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