Cachorro: religiosidad y contexto

Paisaje urbano

21 de mayo 2025 - 03:05

Fue al sacerdote José María Javierre a quien primero oímos la posibilidad de que una imagen sevillana pudiera procesionar por Roma. Lo sugirió con una mezcla de audacia y ocurrencia (una travesura, diría en su crónica el recordado Antonio Burgos) en su pregón del año 1993, y entonces poco menos que lo tomamos por loco. No contábamos con la evolución de los tiempos y ese proceso de globalización que lo invade todo, hasta la religiosidad popular, y este fin de semana hemos podido ver por la magnífica retransmisión de Canal Sur al Cachorro, el más romano de nuestros cristos y exponente máximo de la cumbre del barroco, recortando su impactante silueta sobre el imponente Coliseo.

En la resaca de la gran procesión del jubileo, cuando las sagradas imágenes regresan de vuelta tras un viaje costosísimo, se pueden leer y escuchar distintas opiniones que rebajan un tanto ciertas expectativas (la recreación de nuestra fiesta mayor en el centro de la fe cristiana para asombro del mundo) que, ahora, caemos en la cuenta que eran imposibles de cumplir. Para mí, el principal escollo es su descontextualización. La religiosidad popular como expresión de la fe sencilla supone un proceso de inculturación que la hace difícil de recrear en sitios extraños, por muy emblemáticos que sean los escenarios y por mucha devoción que atraigan las imágenes participantes, como era el caso. Esta asimilación natural entre lo visto y lo vivido, que es consustancial a nuestra manera de vivir lo sagrado, es precisamente lo que complica la presencia de otros para quienes todo esto es ajeno. Probablemente por eso se viera a tan pocos autóctonos por el amplio recorrido vallado, y por eso mismo lo que para nosotros es cosa fundamental para otros puede llegar a ser totalmente secundaria.

Nada hay, pese a todo, que reprochar a la Hermandad en todo cuanto ha estado en su mano para trasladar a Roma nuestras esencias más queridas. Como parte de la Iglesia, se puso a disposición de la Diócesis tan pronto tuvo noticia de los actos; como organización de seglares, dispuso todos los medios para organizar un traslado complejo, con la enorme responsabilidad que ello conlleva; y como cofradía señera, organizó con éxito una procesión de más de quinientas personas. Y sus hermanos, seguro, regresarán con el legítimo orgullo de haber acompañado a su Cristo allí donde los han llamado, porque para el Cachorro siempre es viernes en la hora sexta. Ya sea en Roma como en Triana.

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