EL otro día escuché que en enero se había disparado el consumo de televisión en España. No me extraña, aunque la calidad de algunos de los programas de esa 'caja tonta' que tanto emboba dejan mucho que desear. El 'panem et circenses' de los romanos sigue más vigente que nunca. Ellos sí que sabían como camelarse al pueblo. Que no llegaba el aceite o el vino y que cada vez se pedían más impuestos para las campañas en tierras por conquistar, pues entonces venga sangre en el Coliseo y venga competiciones en el circo. Pues ahora pasa lo mismo. Las horas y horas delante de la tele tienen una causa directa en la palabra de moda, 'crisis'. Sin dinero no hay nada que hacer. En vez de ir al cine uno se queda en casa y se traga lo que le echen, aunque sea un auténtico bodrio. De cervecita nada de nada, ahora cenar fuera se traduce en poner una mesa en la terraza o sacarla al patio para disfrutar de una tortilla de patatas casera en su punto, eso sí, si el frío y la lluvia no lo impiden, claro está. Con los tiempos que corren, ¡que viva la tele!
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