CATAVINO DE PAPEL

Manuel Ríos Ruiz

Los cantaores madrileños nacidos en el siglo XIX

DESDE el siglo XIX, Madrid ha sido cuna de una apreciable cantidad de intérpretes flamencos, entre guitarristas, cantaores y bailaores. Algunos de auténtica significación histórica por su calidad y otros con un nivel muy digno. Hoy vamos a recordar a sus primeros cantaores, comenzando por Tomás García, conocido como Tomás El Papelista, elogiado por Fernando el de Triana en su libro 'Arte y artistas flamencos' (1935), y citado por Manuel Machado en su poema 'La Lola se va a los puertos'. Vivió y cantó de joven en Cádiz y Sevilla, era muy culto y destacó por soleares. Le sigue cronológicamente Gayarrito, que murió muy joven en Madrid, en 1923, dejando el recuerdo de sus cantes chaconianos y de una malagueña muy personal, que han grabado posteriormente destacados intérpretes. En tercer término podemos situar a Mercedes López, apodada La Chata de Madrid, que desarrolló su carrera cantaora entre los siglos XIX y XX, triunfando en los cafés cantantes de Sevilla y Madrid. Otra cantaora madrileña de la época fue Vicenta La Gitana, llamada así aunque no era gitana, sino compañera sentimental del bailaor gitano Faíco, actuando en teatros y colmaos a lo largo de los años veinte. Le sigue en popularidad Carmen Espinosa, anunciada como La Lavandera, que sobresalió en las saetas y figuró en diversos espectáculos en gira. A Jaime Jaume Rodríguez (1885-196?), le llamaron el Breva Chico por su imitación de los cantes de Juan Breva, a los que añadía los propios con letras suyas, hasta que una sordera aguda le retiró de los escenarios. Y dos cantaores con el mismo nombre artístico: El Canario de Madrid (Pedro Sánchez Langa, 1897-1981) y El Canario de Colmenar (Manuel Blanco Játiva, 1899-1951). El primero, de limpia voz, grabó una antología discográfica en Méjico, y el segundo, que también estuvo en América, lo anunciaban, en el Café Tronío de Sevilla, como 'el papa del cante jondo', por la amplitud de su repertorio.

Reseñemos seguidamente a José Martínez, nacido a finales del XIX y fallecido en los últimos años sesenta, quien aparecía en los programas como Ceperito, debido a que seguía la escuela cantaora del jerezano José Cepero, dejando muestras discográficas de sus interpretaciones. De la misma generación. Juan Sanz Vega (1899-1970), que se anunciaba El Niño de Madrid, por su temprana profesionalización. Y también de aquellos años Eduardo García Ruiz (1893-197?), o sea, El Chato de Vicálvaro, que grabó en disco. Sin olvidar a Pedro Marín, el discográficamente popularísimo Chato de Las Ventas, creador de una malagueña. Murió en la cárcel de Cáceres durante la guerra civil. Y no nos dejemos en el tintero a Emilio Caseiro (1895-1966), El Niño de la Flor en los carteles, alternando con el mismísmo Chacón.

Asimismo, no debemos dejar de mencionar a El Mami, a Pepe Garrulla y a Manuel Huertas, que igualmente formaron parte de los cuadros de los cafés cantantes y, después, de los elencos de las compañías flamencas que recorrían la geografía española. Nacidos todos ellos en el Madrid del siglo XIX, bien merecen nuestra pleitesía.

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