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carteles, los de jerez

Manuel Romero Bejarano

Sobre el cartel de Semana Santa

¿QUÉ nos importa aquella gente que mira a la tierra y no ve más que tierra? ¿Qué nos importa toda esa gente que viene y que va por el mundo sin ver la realidad?

No, no se preocupen porque no hablaremos del amor, una vez más, sino de arte. Hace algunas semanas se hizo público el cuadro que servirá de cartel a la Semana Santa de 2013, un lienzo de Antonio Lara en que se pueden ver las manos de la Virgen de la Soledad. Hasta aquí todo entraría dentro de la normalidad si no fuese porque se han alzado varias voces descalificando tanto al pintor como a su obra, argumentando no que tenga más o menos calidad artística (una revisión de los últimos carteles dejaría el listón por los suelos) sino que la pintura no es decorosa.

No quiero con esto decir que se trate de una escena indecente (de hecho es pura como un lirio), sino que no respeta el concepto clásico de decoro: toda obra de arte ha de adaptarse al fin para el que fue creada. Hablando claro, que el que vea el cartel no va a saber que se refiere a la Semana Santa de Jerez.

Sería imposible resumir en un solo cuadro todo lo que conlleva nuestra Semana de Pasión. En este collage aparecerían esculturas hermosas y pasos fascinantes junto a cristos cabezones y romanos con más plumas que las vedettes del carnaval de Río. Desfilaría el penitente junto al niño que le pide cera, su abuela con un cardado del tamaño del peñón de Gibraltar, el boliza que no deja de dar por culo y el tártaro que viene gritando, contento del botellón. Incienso, azahar, palcos, basura, emoción, aburrimiento, risas, una copa, una banda similar a la del Empastre, una señora elegante con su mantilla, una marcha procesional adecuada, otra copa, un señora a la que parece que la mantilla se la han tirado desde un balcón, el calor de la bulla, el frío de la madrugada, la lluvia, las carreras, un carro de chucherías, un palio que parece un carro de chucherías, la penúltima copa y los pies destrozados por esos zapatos que no tendríamos que haber estrenado el Domingo de Ramos.

Como ven, todo esto no cabe ni en el retablo mayor de la Catedral de Sevilla. Mucho menos en un cartel de un metro por setenta. Así, hay que seleccionar y, si intentamos atraer a los visitantes foráneos, dejar a un lado toda escena grotesca. Teniendo en cuenta que se trata de una única imagen, la obra será mejor cuantos más conceptos positivos evoque al espectador.

Creo que la pintura de Antonio Lara rebasa lo que se puede pedir a un cartel de la Semana Santa de Jerez, claro está que si sólo se ven las manos de una señora y un montón de encaje, lo mismo puede servir para promocionar a las laboriosas operarias de Camariñas. ¿Tan poca imaginación tienen algunos que miran a la tierra y no ven más que tierra?

El cuadro es un prodigio técnico y es precioso, pero además nos transporta a ese universo de dolor y lujo que se repite en nuestras calles cada año, en primavera. Ahí está la madre que ha perdido a su hijo y que se ha quedado sola, tan sola que nada más que tiene un clavo al que se aferra desesperada. Una historia de pasión, muerte y redención, un triste clavo que representa el llanto desconsolado y la llave al Reino de los Cielos. Cuarenta pasos y cuatro evangelios encerrados en un trozo de metal agarrado con fuerza que nos llevan desde la Triunfal Entrada a las tinieblas del Monte Calvario, donde todo termina el Viernes Santo. Pero en el cuadro no hay sólo una historia, sino una manera de entender esa tradición religiosa. El modo en que un pueblo mima a sus imágenes sagradas, cargándolas de joyas, forrándolas de terciopelo y oro, envolviéndolas con delicadeza en montañas de encaje. Vemos en la pintura las vaporosas manchas blancas en la pechera de la Virgen y volvemos al bullicio de la calle mezclado con una marcha fúnebre, vemos brillar los cirios y danzar las bambalinas, aspiramos un fuerte olor a incienso. Y otra vez más estamos ante la Soledad, hermosa y enlutada, caminando por la Porvera, camino de La Victoria. ¿Se atrevería alguien a decir que esto no representa a nuestra Semana Santa?

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