la NIcolumna

Nicolás Montoya /

El cerebro de Iniesta

21 de julio 2011 - 01:00

MUCHA gente cree que si la mayoría de mortales tuviese un mínimo parecido con la forma de pensar de Iniesta la cosa iría por otros derroteros. Sobre todo en cuanto a lo de la humildad a pesar de cumplir un año como campeón de campeones. Muy al contrario, la mayor parte se empeña en echarle huevos a las cosas, en hacer que la testosterona, la fuerza bruta y las pulsiones innatas sean las protagonistas, dejando aparcadas las múltiples posibilidades de células menos testiculares y más cerebrales.

La gente no se identifica con nada. O más bien sí, con comer a diario, beber y disfrutar, lo que endiosa más aún la época estival, y la encumbra a la categoría de estación por excelencia. Los políticos han sido los primeros en sufrir las consecuencias del abandono de las ideas por el convencimiento egoísta de la mayoría de ciudadanos. Por eso, la gente que, con talante conservador, recupera poder ahora, se parece sobre todo al elefante de Tarzán entrando en una cacharrería con las bolsas escrotales por delante acercándose a un Chaplin dictador, mientras que los que en un principio fueron democráticos, obreristas y anticapitalistas ahora vagan por el desierto buscando identidades ayunando subvenciones, segundas oportunidades y haciendo de la precariedad del empleo una epidemia. Con la pérdida de identidad perdemos todos. Pero sobre todos los que más tienen que perder por tener el corazón más grande.

Por eso nunca mejor que las siestas del mes de julio para hacer pensar en lo verdaderamente importante, en el diálogo de sordos de quien no quiere agarrarse al salvavidas de la realidad para volver a iniciar su andadura. En la línea contraria a las metáforas del antiguo testamento no hay que esperar treinta años como el bebé del portal de Belén para que alguien se eche la sociedad a sus espaldas ni esperar a separar las aguas del Guadalete para salvar a la población más cercana. Lo necesario es muchas veces lo más sencillo.

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