HA sido cambiar el color de nuestras vidas en la mayoría de ayuntamientos de la zona y ponernos a cien. No precisamente por descargas hormonales de pasión encendida sino más bien por sentirnos tocados en nuestras zonas de tangas y suspensorios. Los desubicados tenemos que admitir una situación que se debe en gran parte a causas propias porque a falta de carreras de San Fermín que nos pongan a cien los corazones, las taquicardias por aquí provienen del miedo a puestos de trabajos en volandas o a venganzas sin sentido entre siglas. No de otra forma se podrían explicar lo de cuernos que aparecen por todos lados y los cientos de preguntas que estos días, y más en tiempo de rebajas de verano de todo a cien, se hacen la mayoría de mortales.

Si la barrera de los 40 es alerta naranja por estas tierras, deberían ser de emergencia las más de 100 mentiras que nos rodean desde que nos levantamos. Si la talla cien con aros del bikini de Leyre es importante para algunos, lo de las cifras de cargos de confianza como hongos o las de "ERE" encubiertos, cercanas a la centena, es para hacer pensar de verdad. Aquí y en cien kilómetros a la redonda. Lo de las noticias sobre nóminas de cien mil euros no es de recibo, la incongruencia del diputado 110, deja en cueros a los otros 109, y el bochorno de estos días alimenta la desazón de los famosos 100 días de cortesía que más bien suena a escepticismo.

Las cifras son más frías que las letras, pero ambas tapan verdades. No todo se puede cambiar en segundos, como una pegatina de a 110, sino que como en los análisis sintácticos las palabras se las lleva el viento, mientras que en los de las cifras se acaban en estadísticas. Por desgracia, somos algo más que números. Las poco más de cien neuronas que usan algunos son el mejor ejemplo de que la vida no son 100 gramos en papel de estraza, sino 21 gramos en gas y sin burbujas. Algo tan ínfimo que nos debe hace pensar.