Por montera

Mariló Montero

Las cigüeñas de París

24 de enero 2009 - 01:00

TAL vez nos engañaron cuando nos contaron que los niños no los trae la cigüeña y que tampoco vienen de París. No parece que esté tan claro. Valga lo de la semillita, el huevito y la barriguita hinchada de mamá de manera desproporcionada, pero un niño, acostumbrado a los mundos mágicos de cuentos y princesas, sean los de Alicia o los de Harry Potter, parece antes predispuesto a las supuestas patrañas que a aceptar una compleja explicación sobre proteínas inaccesibles e ignotos a-de-enes inimaginables.

Seguro que a más de uno se le quedó la misma cara descolgada que a cierto muchacho africano, de unos diecisiete años, al que traté en cierta ocasión de explicarle algunas cosas sobre el mundo civilizado. Tras comprobar su gesto de asombro al entender (era la primera vez que se lo explicaban) que no es el sol el que gira alrededor de la Tierra, sino al contrario, me adentré, no sé por qué, en relatarle algunos inventos del ser humano. Trataba de describirle en qué consiste un metro suburbano, un tren que circula bajo tierra, a través de túneles y etcétera, cuando su rostro, hacia el final de mi discurso, pasó de la estupefacción al escepticismo para preguntarme en tono desafiante, como quien cree haber descubierto la broma o el engaño: "Sí, vale, de acuerdo. ¿Y cómo sacan luego el tren del túnel?".

Comprendí entonces que un infante aceptará mejor cualquier explicación relacionada con cigüeñas que lo del huevito, la semillita o el ADN. Porque, claro está, al final se interesará por lo mismo que mi amigo el africano y, estupefacto, nos dirá: "Bien, de acuerdo, pero ¿y cómo lo sacaron del túnel ese de Falopio o como se llame?. ¡Anda ya!". Mejor rendirse, ¿no les parece?

De todos modos, digo, tal vez nos mintieron. Si no en lo de las cigüeñas, al menos sí en lo de París, pues las últimas estadísticas, frías como un paritorio siberiano, arrojan que los niños vienen de la capital francesa. Allí, nuestras vecinas han alcanzado en 2008 una tasa de natalidad que no se conocía desde hace 30 años, superior a 2 hijos por mujer. En España, en cambio, seguimos estancados o incluso en retroceso, ayudados sólo por el saldo migratorio, con una tasa final de 1,39 hijos. Más impactante resulta si se observa que el crecimiento de la natalidad francesa se produce con 200.000 mujeres menos en edad de procrear en los últimos diez años, para lo que han debido igualar la tasa de fecundidad de sus extranjeras.

La explicación no es ningún arcano, sino el decidido y continuado apoyo de los gobiernos, tanto de izquierdas como de derechas, a la política familiar en Francia. Pueden repasar la lista de ayudas de todo tipo que se conceden allí a las familias con hijos y luego las de nuestro país, pero les aviso: se nos puede quedar la misma cara que a mi amigo el africano escuchando lo del Metro o que a su hijo oyendo hablar del ADN.

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