Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

De la ciudad… de Jerez

El menudo a la antigua usanza en el Mesón Toro de la calle Porvera de la ciudad.

El menudo a la antigua usanza en el Mesón Toro de la calle Porvera de la ciudad.

El latido humano -tan cotidiano- de la ciudad. Dios, con manos atadas, en la ciudad. Las sutilezas del vocabulario espontáneo -como un idioma de códigos y códices archisabidos- de la cuidad. Las plataformas del calzado intangible -las alzas, las zancas- a las que se sube, incontinenti, la rumorología de la ciudad. Los mentideros de la ciudad. Las plegarias con ro(d)ete que musitan oraciones a los pies de las Imágenes Sagradas de la ciudad. Los transeúntes con prisas -como meteoros de gestos superfluos- de la cuidad. Las sonrisas con manteca colorá en los desayunos de huye que te alcanzo de la ciudad. Los buscavidas con honradez manifiesta, como una fluctuación de necesidad y familia numerosa, de la cuidad. Algarabía de niños en la vivacidad tempranera de muros antiguos de la ciudad. El sol que más calienta en los tibios de corazón de la ciudad. Ante yo caliente, ríase la gente en el egoísmo individualizado de la ciudad. Una callejuela empedrada de intrahistoria en la espalda del pasado de la cuidad. Tres notas musicales en el solfeo de los futuros músicos de la ciudad. La elegancia de Domecq y una copa a las doce y doce copas a la una en el mediodía de la ciudad. El menudo a la antigua usanza en el Mesón Toro de la calle Porvera de la ciudad. Una copa de Canasta entre dos adolescentes que seducen conversaciones de mariposas en el estómago de la ciudad.

Una joven empresaria construye, sin apenas pretenderlo, una greguería en torno a la necesidad de emprendimiento empresarial y además saca a relucir la ópera ‘Moctezuma’ de Antonio Vivaldi en la cafetería del hotel Sherry Park de la ciudad. Una amiga innominada coloca en el estado de WhatsApp aquella fotografía de sus manos recogiendo el azahar del tiempo de vísperas en la ciudad. El flamenco -con jondo sentido de la medida- es punto y seguido en la seña de identidad de la ciudad. La memoria de barbita bien cuidada, ojitos felices y sonrisa fraternal de José Alfonso Reimóndez ‘Lete’ es recordada y añorada de nuevo por todos los cofrades de cierta edad de la ciudad. Alguien arremete contra el desafío sordo del folio en blanco y escribe “Padrenuestro que estás en el suelo, tú qué ves mi pobre reino” en la ciudad. La noche se transmuta no en pecado sino en bocado carnal de la cuidad. También existen lectores empedernidos, al alba sería, en la ciudad. Por decirlo con verbo de Francisco de Quevedo, hay un “amor impreso en el alma que dura después de la cenizas” de la ciudad. Las gargantas se resfrían de cuellos desabrigados en la ciudad. Los ensayos de pasos de palio son esqueletos de madera y orfebrería que besan el dulce yugo de la trabajadera de la ciudad. Los titulares de prensa anuncian el adiós de Paco Camas en la ciudad.

Un jerezano de mediana edad lee “si eres creativo, te espera muchísimo trabajo”; y otro: “esa promiscuidad del tiempo donde finge el azar sus tercerías”; y ambos se intercambian estos dos hallazgos desde el chupito de limoncello que se echan al coleto en un bar de copas del centro de la ciudad. Matrimonios entrados en edad pasean el antídoto contra el colesterol recorriendo de cabo a rabo la Avenida -cualquiera que sea- de la ciudad. Supervive como una secreta geometría rotatoria en la sangre infusa de la ciudad. La anual arquitectura de los palcos de Semana Santa alza su tronío de ave fénix en los prefacios de la fiesta de la ciudad. La revelación antecedió a la casquería en la ciudad. Un niño escribe ‘Mamá, te quiero’ en la libreta tersa y blanca, como los mofletes del porvenir, de la ciudad. De la ciudad… de Jerez de la Frontera, donde un firmamento de incertidumbres otra vez quedará empequeñecido por la intervención sublime de la advocación que siempre nos acompaña: Esperanza. Esperanza, sí, de la ciudad.

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