Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 1979: Choquet, Esteban Viaña, Manolo Benítez, Falconetti y Nadiuska
"Cáritas debe estar en el corazón de la Iglesia; ser capaz en cierto modo de hablar y actuar en su nombre, en favor del bien común, y eso lleva consigo particulares responsabilidades dentro de la vida cristiana, tanto personal como comunitaria". (Benedicto XVI Audiencia del 27.05.2011 a los miembros de Caritas Internationalis)
El Papa también plantea en otros foros la necesidad de un compromiso político contra las causas de la pobreza. Afirma que sin él, no es verdadero nuestro amor al prójimo. E insiste en que se busquen nuevas formas de economía que se basen en la gratuidad y fraternidad cristiana y anima a los católicos a asumir un "compromiso social y político, un compromiso fundado no sobre ideologías o intereses de parte, sino sobre la elección de servir al hombre y al bien común, a la luz del Evangelio".
Por eso en Cáritas "tenemos que meternos en política. No ser partidistas, sino políticos, ya que cuando defendemos a los pobres, cuando luchamos por sus derechos, cuando reflexionamos sobre la justicia y los derechos humanos, estamos metiéndonos en política. Y esto es cosa de todos los cristianos: incidir en la sociedad. Para eso ha de trabajarse la dimensión comunitaria en la acción cristiana, en las parroquias y en todos los niveles eclesiales". (S. Mora)
Desde Cáritas denunciamos el enorme sufrimiento que está provocando la crisis. Tenemos la obligación de ejercer la crítica y elevar la protesta ante el interés de los poderosos para que el modelo económico que nos ha conducido al desastre, sobreviva, intentándose apuntalar con cargas extremadamente pesadas para los ciudadanos. Un modelo económico que no apunta hacia el bien común, sino que sustenta una economía basada en el lucro y la especulación, de espalda a valores como la solidaridad, la justicia y el bien común. La política (los políticos) y 'los mercados' indujeron al consumismo y favorecieron el crédito, tanto a las empresas como a los ciudadanos; ahora nos lo restringen a unos y a otros y nos sumen en la pobreza. Nos atenazan como ciudadanos y ahogan el futuro de las naciones. Ponen a nuestros países cadenas pesadas, prestándonos a tipos de interés desmesurados. Influyen y favorecen las subidas de impuestos, y cortan las inversiones sociales. Favorecen los despidos y deslocalizan las empresas, sumiéndonos en la depresión del desempleo. Es necesario hacer sacrificios, dicen. Pero también cuentan que a un conocido banquero, el presidente del Gobierno le preguntó quiénes eran los mercados, a lo que le respondió el banquero: Los mercados soy yo. Y el presidente calló.
Y nos quieren hacer ver que el fenómeno es nuevo. Ya el Papa Pío XI, en su Encíclica 'Quiadragesimo Anno' del 15 de mayo de 1931, usa la expresión 'Imperialismo internacional del dinero' y denuncia con palabras severas "la desenfrenada ambición del poderío y que la economía toda se haya hecho horrendamente dura, cruel, atroz".
¿Cómo ejerce su dominio este 'imperialismo internacional del dinero'?
Lo hace a través del crédito o de los préstamos, cuyas funestas consecuencias para los ciudadanos y los países deudores es la fatídica 'deuda eterna e impagable'. Los países pobres necesitan el dinero de los ricos. En su desmedido afán de lucro, los 'mercados' van a generar más dinero mediante intereses usureros que los pobres están obligados a pagar. Se cumple así la sabia frase de la Biblia: "El rico domina a los pobres, el que toma prestado es esclavo del que presta". (Prov. 22,7).
La situación económica se ceba en las familias jóvenes, a las cuales el paro de uno o de los dos progenitores ha situado en un callejón sin salida y no pueden pagar el alquiler o los plazos de hipoteca de la vivienda familiar. También genera la pobreza de los trabajadores autónomos que han visto hundirse su negocio de toda la vida, o de aquellos a quienes su oficio ya no les permite hacer frente a las necesidades básicas de la familia. Y enfatiza y promueve, con una fijación inhumana, la pobreza de siempre: las personas con trabajos y sueldos precarios, a menudo con poca formación, que iban malviviendo y que ahora no encuentran salida laboral; de las madres solas, con hijos pequeños a cargo , sin red familiar de apoyo, que no alcanzan a cubrir las necesidades familiares y también, de las personas desde hace años en situación de pobreza severa, con pensiones ínfimas o sin ingresos, malviviendo en la calle…y que solo les queda el consuelo de Cáritas.
Juan Pablo II, en su encíclica 'Sollicitudo rei sociales', nº 16, afirma: "No obstante, es necesario denunciar la existencia de unos mecanismos económicos, financieros y sociales, los cuales, aunque manejados por la voluntad de los hombres, funcionan de modo casi automático, haciend o más rígida las situaciones de riqueza de los unos y de pobreza de los otros. Estos mecanismos, maniobrados por los países más desarrollados de modo directo o indirecto, favorecen a causa de su mismo funcionamiento los intereses de los que los maniobran, aunque terminan por sofocar o condicionar las economías de los países menos desarrollados. Es necesario someter en el futuro estos mecanismos a un análisis atento bajo el aspecto ético-moral."
La competencia entre los países, (y en nuestro país las autonomías) hace que los gobiernos regateen y realicen propuestas en ocasiones escandalosas, para que las multinacionales se instalen, poniendo la economía en manos de estas multinacionales. Transforman y en ocasiones destruyen nuestro tejido productivo en función de sus intereses con una visión cortoplacista. Los políticos presumen de su 'eficacia' y los poderosos los utilizan y se adueñan de nuestro futuro, "no solo acumulando las riquezas, sino también acumulando una descomunal y tiránica potencia económica de la que no son dueños, sino solo custodios y administradores de una riqueza en depósito, que manejan a su voluntad y arbitrio. Un dominio, ejercido de la manera más tiránica por aquellos que, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan también de las finanzas y señorean sobre el crédito y, por esta razón, se puede decir que administran la sangre de la que vive toda la economía y parecen tener entre sus manos el alma de la misma, de modo que nadie puede ni respirar contra su voluntad. Esta acumulación de recursos y de poder, es el fruto natural de la ilimitada libertad de los competidores, de la que han sobrevivido sólo los más poderosos.
Salta a los ojos de todos que la libre concurrencia se destruye a sí misma; la dictadura económica se adueña del mercado libre; al deseo de lucro ha sucedido la ambición desenfrenada de poder; toda la economía se ha hecho horrendamente dura, cruel y atroz…; pérdida del prestigio del estado que, (aunque debería ocupar el puesto de rector y árbitro supremo de las cosas, libre de todo interés de parte y atento exclusivamente al bien común y a la justicia) se hace por el contrario esclavo, entregado y vendido a la pasión y a las ambiciones humanas" (Quadragésimo anno 105-109)
Es terrible saber que estos párrafos no son de 2011, sino de 1931: ¿Cuántos ricos 'cristianos o no' aceptarían hoy que no son dueños, sino administradores de una riqueza en depósito y que no pueden manejarla a su voluntad? Pio XI, no tiene inconveniente en usar las palabras 'tiranía' y 'dictadura' donde nosotros hablamos de democracia (porque sin democracia económica no puede haber democracia política).
Hicieron olvidar a esta sociedad los valores que nos pueden hacer fuertes ante estas situaciones. Cambiaron nuestro sentido de solidaridad, adaptándola solo a aspectos donde el compromiso no existe y la responsabilidad colectiva tampoco (somos solidarios con los campeones, con los artistas…), Y la crisis, en vez de levantarnos contra la situación y sus causantes, nos fomenta la insolidaridad y seguimos buscando el bienestar en el consumo. Existe un 'sálvese quien pueda' y nos esforzamos individualmente para salir adelante y poder consumir de nuevo: el problema no es que mi marido, mi esposa o mi hijo, no tenga trabajo, sino que todos los hombres deben tener trabajo.
Hablaron de refundar el capitalismo y hemos vuelto al capitalismo más clásico. Nos convencieron de que teníamos que socorrer a los mercados financieros, que teníamos que socializar las pérdidas…pero no han socializado los beneficios.
Por eso debemos defender el compromiso político, porque si no hay compromiso político, no hay una sociedad más justa. Si no existe una sociedad más justa, no puede haber felicidad. Sin felicidad ¿Cómo vamos a amar al prójimo? Y sin amor al prójimo ¿Cómo vamos a amar a Dios? Ese compromiso político como ejercicio de la Caridad debe manifestarse mediante la práctica de cuatro valores humanos y primordiales para el cristiano:
La justicia: Cualquier planteamiento debe realizarse en función de su justicia o injusticia.
La solidaridad: El hombre, como individuo debe volcarse con el otro. Todos necesitamos del otro. Cualquier reducción de esta acción, por conveniencia, es un ataque al mensaje cristiano. La solidaridad es la única salida para la pobreza
La centralidad de la persona en nuestra acción: La persona es el único valor sagrado. Es la persona y no su estatus, el que mereció que Dios bajara a la tierra y se hiciera hombre. La preferencia por la persona, pasa por el desarrollo socio-político de la centralidad humana.
La libertad: Tenemos que vivir la comunión de bienes y la comunión de vida y la comunión de acción, no como una carga, sino como una opción de vida y una única posibilidad de ser libres. Y no existe otra. En ese ejercicio de caridad nos haremos libres y fomentaremos el reino de Dios, y en este día del Corpus, día de la Caridad, debemos de proclamarlo y hacerlo visible a todos.
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