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Manolo Romero Bejarano

¿Qué fue del convento del Espíritu Santo?

Dominique, nique, nique pobremente por ahí, va él buscando amor…

Hace algo más de diez años la comunidad de Madres Dominicas abandonó el convento del Espíritu Santo, después de más de seis siglos de vida religiosa sin interrupción. Fundado a fines de la Edad Media, fue el primer monasterio femenino de la ciudad. Desde el principio acogió a las doncellas nobles y ricas de la ciudad, pues para profesar hacía falta una cuantiosa dote. Frente a la pobreza (en algunos casos extrema) de los demás conventos de clausura, el Espíritu Santo disfrutó de una situación desahogada, que se tradujo en el encargo de obras de arte. Fueron tiempos felices que poco a poco se fueron apagando.

Llegaron desamortizaciones y revoluciones, guerras y hambrunas, pero las Dueñas resistieron hasta que poco a poco la falta de vocaciones fue desangrando una institución centenaria. Los últimos tiempos hubieron de ser duros, con cuatro ancianas medio inválidas vagando por miles de metros cuadrados de claustros y galerías. La razón se impuso y el convento se cerró. En ese momento se inició uno de los episodios más tristes para el patrimonio de nuestra ciudad.

La Orden Dominica desmanteló la casa, llevándose todas las obras de arte. Ustedes dirán, ¿no hacen lo correcto, pues son suyas? Pues con la ley en la mano, sí. Pero nos encontramos con un dilema ético que nos atañe a los jerezanos. Todas esas obras de arte fueron costeadas por vecinos de esta ciudad, quienes en forma de tributos o limosnas favorecieron que se crease un conjunto de piezas cuya magnitud desconocemos. Por tanto, lo suyo hubiese sido que esos cuadros, esculturas, ternos bordados y objetos de plata hubiesen quedado bajo la custodia del Obispado, para su exposición y uso. No fue así, pero lo más grave es que nunca sabremos qué había en el interior de los muros del Espíritu Santo, pues no hay ningún tipo de inventario.

Ahora toca hablar de la responsabilidad de la Junta de Andalucía. Desde hace más de dos décadas el gobierno autonómico tiene en marcha un proyecto para catalogar todos los bienes muebles de la Iglesia Católica, pero como nunca hay dinero para estos menesteres, en Jerez-Asidonia apenas si se ha hecho nada, mucho menos el convento del Espíritu Santo, con lo cual no hay fotos ni descripción de lo que se custodiaba allí. Por otra parte tampoco sabemos qué destino habrán seguido los tesoros que guardaban las monjas. Esperemos que se hayan trasladado a otra clausura y que no hayan caído en las garras de los anticuarios, quienes cual nuevos mercaderes que ocuparon el templo, a buen seguro habrán realizado una jugosa almoneda.

Nos queda el consuelo del hermoso órgano barroco que fue trasladado a la Catedral, leve reflejo de lo que hubo de ser el patrimonio del monasterio.

Quiso el destino llevarme, no hace mucho, a visitar lo que queda del Espíritu Santo. El panorama invita al llanto más desconsolado. Un paseo por las celdas vacías y los jardines descuidados llena el alma de una profunda sensación de desasosiego, que se transforma en indignación cuando se descubre que la rapiña ha hecho desaparecer varios retablos, la cratícula (del siglo XVIII, dorada y policromada) y los azulejos del XVI que cubrían los bancos del refectorio. ¿Qué será lo siguiente? Tal vez desmontar la iglesia piedra a piedra y vendérsela a un americano, para que la monte junto a su casa de campo en Vermont.

Los naranjos del claustro y las cigüeñas del campanario observan estupefactos el disparate. La ciudad guarda silencio ante esta tropelía. Mientras tanto vigas labradas del XVI, columnas del XVII y patios del XV permanecen inquietos esperando el momento en que les toque a ellos.

Así pasa la Gloria del Mundo y dentro de poco se borrará la memoria de aquellas monjas dueñas que regalaron a Jerez tesoros que se perdieron por una serie de catastróficas desdichas.

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